domingo, 21 de octubre de 2012

Voy a una conferencia sobre arqueología subacuatica. El pecio de Urbieta.

En Vizcaya estamos celebrando las jornadas del Patrimonio, y para ello se han centrado en el de los últimos años de la Edad Media y los albores de la Edad Moderna. En el Museo Arqueológico de Bilbao, el arqueólogo Manu Izaguirre nos mostró la reconstrucción del pecio de Urbieta, una chalupa del hierro de finales del siglo XV y principios del siglo XVI.
Se conserva una banda de popa, con los restos de varias cuadernas desde la quilla hasta la regala. El pecio fue encontrado en 1989. Según el reglamento de la UNESCO la única razón para excavar un pecio es que el sitio corra peligro a causa del expolio o del desarrollo - nuevas carreteras justo por encima, como fue el caso -.
Los restos estaban en un lecho fluvial que se quería dragar. Se considera una excavación subacuatica porque los operarios trabajaron para retirar cuatro metros de altura de lodo, que los succionaba hasta las rodillas. Se utilizaron pasarelas como superficie de trabajo.
El pecio de Urbieta nos lleva a una época en que pequeñas embarcaciones de cabotaje, muy punteras para la época, llevaban cargas variadas, en especial barras de hierro para su procesado o fundido, hasta Flandes. La técnica de astillero es la del tingladillo, precisamente la misma que tan buenos resultados les dio a los vikingos. De hecho, el equipo de Izaguirre se informó sobre el pecio danés de Rolskide, una embarcación vikinga, mucho mejor conservada, para hacerse una idea de lo que tenían entre manos.
Izaguirre nos contó que, durante esos siglos en que los europeos empezaban a salir al mar Atlántico, los armadores emcargaban a los maestres de los astilleros sus flotas indicando únicamente la manga del buque precisado, por lo que apenas se conservan planos de estas naves. La tracción era a vela y a remos, sobre todo en las rutas fluviales, pero se ignora cuántos remeros se precisaban, cuál era su disposición en la chalupa de tingladillo y que velamen tenían estas naves.
Izaguirre contó una anécdote a costa de Grenier, un arqueologo anglosajón, que halló la nave ballenera vasca San Juan en las costas de la Península del Labrador. Estaba este insigne investigador dando una conferencia en San Petersburgo. A su término, se le acercó un oficial de la Flota del Báltico, con la peqchera llena de medallas.
-Ya puedo morir en paz.
-¿Y eso?- preguntó Grenier, un poco amoscado.
-Ahora se porque las naves auxiliares de los barcos de la Armada de mi país se llaman Chalupkas. He estado hablando con especialistas de etimología marítima y, solo estuve, todos mis años de mando, seguro de una cosa. Chalupka no es un término ruso. Les debemos a los vascos las embarcaciones más fiables de su calado de la Marina de mi país.

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