lunes, 27 de mayo de 2013

Alacrán enamorado. A la regeneración a través del boxeo.

Las películas de lucha son muy populares. El boxeo, el de verdad, el de carne, sudor y sangre, siempre ha atraído a las masas, más allá del hecho de que dos tipos se zurren la badana. Es una épica sobre dos tipos como los miembros del público, que se despiertan a las seis de la mañana a trabajar, a los que los golpes les duelen de verdad, y que de vez en cuando se hunden en su infierno personal. Lo digo por el ex campeón Poli Díaz, que sé que no me leerá, a Dios gracias.
Un joven cabeza rapada (Alex Rodriguez) entra en un gimnasio de boxeo regentado por Carlo Ponte 
( Carlos Bardém), un entrenador alcohólico que está más borracho continuamente de autocompasión por sus trenes perdidos. La idea es darle unas trompadas en el ring al boxeador estrella, un hombre de color, pero la noche sale mal, y es él el que acaba cobrando.
El chico presiente que esa gente del gimnasio tiene algo que a él le falta, aparte de una capacidad de pelea mayor, así que vuelve y le suplica a Carlo que lo admita.
Será su capacidad de superar el pasado y un legado de odio autoimpuesto y con el que no sabe muy bien qué hacer, un hermano skin que cree saber muy bien lo que es mejor para todos con el que es difícil romper y una novia con la piel más morena de lo habitual, Alisa, las que harán posible el cambio. ¿Tendrá el protagonista lo que quiere o su legado de odio se impondrá incluso a sí mismo?

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