jueves, 27 de febrero de 2014

Wallace, el hombre que no era Darwin

Alfred Russell Wallace no fue un hombre con demasada suerte. Había desenmbarcado para recoger especímenes de escarabajos en el Amazonas y el río Negro en 1848. Casi se pierde en varias ocasiones en aquel infierno verde. Más tarde, la goleta mercante en que regresa a Inglaterra sufre un incendio en la que una de las cosas que son pasto de las llamas son sus especímenes. Tras 10 días en una balsa los tripulantes  el atribulado naturalista son recogidos por otro buque.
En 1854 Wallace desembarca en Indonesia para recoger especímenes para vender a los coleccionistas victorianos. Allí escribe un opúsculo de biología en el que ya se adivinan las ideas evolucionistas. Como Darwin, que ya ha llegado a estas conclusiones antes, durante el viaje del Beagle de 1839, ha partido de una misma base: la lectura del libro del clérigo anglicano y demógrafo Malthus. La idea es que las especies generan más miembros en cada generación de los que pueden sobrevivir, y son los más aptos, los más adaptados a su ecosistema, los que sobreviven durante el tiempo suficiente para transmitir a una segunda generación sus genes.
Cuando Darwin, que no ha publicado su obra todavía recibe las notas se reune con Lyell, el mejor geólogo de Inglaterra, y Dalton, un botánico, y les consulta acerca de qué debe hacer. Estos le meten prisas para que termine su obra y publican dos cartas como prólogo a las notas de Wallace.
Wallace no sabe nada de estas componendas hasta que ya ha regresado a Londres. Sus desvaríos con el espiritismo harán que la comunidad científica lo mire por encima del hombro. Wallace llegó a representar como testigo de la defensa a un vidente fraudulento en un juicio en 1876. El vidente fue condenado a tres meses de trabajos forzados, que quedaron en dos por un defecto de forma.
El zoólogo que había actuado como denunciante recibió de Darwin 10 libras para hacer frente a los costes del juicio. El padre del evolucionismo envió una carta a su colega Wallace, diciendo que esperaba que las nuevas ideas sobre los mecanismos de la naturaleza no se vieran perjudicadas por la defensa de los cenáculos espiritistas por parte de Wallace.
Aún así, a pesar de que Wallace defendia también ideas tan impopulares como el sufragio femenino, la conservación de la naturaleza y la nacionalización del suelo público, Darwin apeló a la Reina Victoria para que le otorgase una pensión para que pudiese seguir estudiando y publicando en revistas científicas. Cosa que hizo hasta su muerte en 1913.

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