domingo, 7 de diciembre de 2014

El cine quinqui.

"Mi cine es como leer un periódico"

Eloy de la Iglesia, director de cine.

Es el mismo fenómeno en todas partes, solo que en España sucedió más tarde. Cuando las personas empezaron a ser sustituídas por máquinas en el campo, hacie 1973, muchos jornaleros poco cualificados migraron a la ciudad. A partir de entonces no sería el campesino el que sostendría la sociedad, sino el obrero no calificado del extrarradio, sin derecho a entrar en los paraísos que construía. Sus hijos crecieron con sabiduría de sus carencias y con el acceso a los paraísos crueles de la droga, a falta de los verdaderos.
Los directores de cine descubrieron ese mundo. La censura había desaparecido de sus existencias y ahora se podían hacer cine casposo trufado de desnudos, pseudopornografía como la de Jess Franco, y mostrar a los quinquis, los hijos de la desestructuración social, como si fuera más seudopornografía. Miren lo mal que estamos al precio de una entrada.
José Moreno Cuenca, alias el "Vaquilla" aparece en PERROS CALLEJEROS (1977). Mezclaba el sexo crudo, reducido al deseo más básico, con escenas de acción como robos con tirón, y persecuciones de coches frente a las "lecheras" policiales.
El director, De la Loma dio el papel, no a un joven con tablas, sino a un macarrilla quinqui .Esto creó escuela. Carlos Saura rueda DEPRISA, DEPRISA en 1981. Paga 300 pesetas de la época a José Antonio Valdelomar, alias el "Mini", que actuaba bajo los efectos de la heroína.
Valdelomar se perdió el estreno de su película por haber mangado 167.000 pesetas de una sucursal del Banco de Vizcaya y estar cumpliendo condena.
El Torete se llamaba Ángel Fernadez Franco en la vida real. Tampoco el mote con que se le conocía en los descampados de la droga y en los barrios del barrio de La Mina era el de Torete, sino el de Trompetilla. El Vaquilla le consideraba un segundón porque Trompetilla no tenía un historial de arrestos tan grande como el suyo, ni cargaba a sus espaldas la muerte de una señora a la que arrastró con el método del tirón.
Eloy de la Iglesia era un director de Zarautz, homosexual y de tendencias marxistas. Descubrió a José Luís Fernandez Eguía, que no era delincuente, pero tocaba su ración de exclusión social común a todos esos chicos, lo fueran o no. Lo apadrinó, lo llevó a su casa y le enseñó a leer. De esa relación salieron las películas de la saga de EL PICO.
Este chico tomó clases de interpretación y llegó a salir de figurante en la serie LOS PAZOS DE ULLOA, pero no era un buen actor, y no llegó más lejos. Se aficionó a la heroína y fue encarcelado ocho meses por asalto. Ya no interpretaba quinquis. Se había convertido en uno más. Eloy de la Iglesia también se volvió adicto a la heroína.
El Vaquilla estudió Derecho en la cárcel. Pirri apareció en películas de Antonio Resines fingiendo tener sexo con Carmen Maura y el Mini recibió un Oso de Oro en la Berlinale, con Carlos Saura. Esto es lo que recibieron. Nada más. El dinero que ganaron como actores no repercutió en la mejora de las condiciones sociales de sus barriadas. La militancia de los directores "quinquis" no pasó de la pornografía social.
El Vaquilla murió de cirrosis cuando estaba cumpliendo una pena de 30 años. El Pirri murió en un descampado de Vicálvaro de sobredosis. El Torete, también Trompetilla, murió de SIDA en 1991. José Luís Manzano apareció muerto en el piso de Eloy de la Iglesia con una jeringuilla a sus pies. Su entierro lo pagaron los Servicios Sociales, no el cineasta vasco.

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