domingo, 18 de octubre de 2015

Las drogas y Hitler.

Cocaína, anfetaminas, opiáceos... Un libro recoge al detalle la ingente cantidad de drogas que consumía el Führer, así como los médicos que se las recetaban. Entre ellos, el enigmático doctor Morell. La obra ha levantado ampollas en Alemania.

El doctor Theo Morell, con consulta en la Kurfürstendamm de Berlín, empezó su relación de facultativo de cabecera con Hitler en 1937 para poder tratar sus problemas gástricos, que le causaban intensos dolores, así como flatulencia.
Morell le recetó a Hitler unas inofensivas pastillas contra los gases; capsulas de Mutaflor, un cultivo de bacterias para tratar de arreglar su irritación intestinal; y Vitamultin, un compuesto de vitaminas elaborado por el propio Morell. Todo lo recetado al Führer - entre ello cocaína, hormonas y estimulantes- fue cuidadosamente anotado.
Norman Ohler, periodista y escritor, acaba de publicar LA BORRACHERA TOTAL: LAS DROGAS EN EL TERCER REICH. Este libro ha levantado ampollas en Alemania entre ls historiadores porque Ohler defiende que esta protocolo de medicamentos, administrados desde 1941 están detrás de la pérdida del sentido de la realidad con respecto al curso de la guerra por parte del siniestro canciller alemán y las sucesivas derrotas. "Con un Führer sano y libre de efectos secundarios perniciosos hasta podríamos haber conseguido la victoria", defiende Ohler.
Además de los preparados vitamínicos, Morell suministró a Hitler el opiáceo dolantina. Y la administración de fármacos fue en aumento a medida qe los dolores gástricos del Führer fueron a peor, con cólicos, flatilencia y estreñimiento. En 1941 aparecieron los primeros episodios de Párkinson.
Tras el atentado del 20 de julio de 1944 Hitler empezó a consumir cocaína con fines analgésicos, administrados por el otorrinolaringólogo Erwin Giesing. El estallido de la bomba le había causado un pequeño desgarro en el timpano así como inflamación de las mucosas nasales. El tratamiento duró 10 semanas, y Ohler dice que Hitler se hizo adicto a la cocaína.
"Sabemos que Hitler se inyectaba oxicodona regularmente como analgésico a finales de 1944, pero la duda consiste para nosotros, los historiadores, en respaldar la afirmación de que el Führer no tenía ni un solo día de lucidez por entonces", plantea Martin Doerry en Der Spiegel.
Las tesis de Ohler también son refutadas Henrik Eberle, un historiador autor de la obra ¿ESTABA HITLER ENFERMO?. Sostiene que al dictador austriaco se le administró demasiada medicación, pero que no hay constancia de dependencia del Eucadol ni de que su comportamiento oficial estuviera marcado por los efectos secundarios. "Su progresivo deterioro físico y mental fue consecuencia de una arteriosclérosis y del Párkinson"

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