viernes, 4 de noviembre de 2016

Cerebros adolescentes.

Como adolescente fui un fracaso. Se supone que las fases de rebeldía van consolidando la autonomía y los límites del individuo, pero lo que descubrí yo es que rebelarse demasiado equivalía a ponerse un cohete bajo el culo para una explosión cuyas consecuencias sí que no estaba preparado para asumir.
Hice experimentos con la religión. Asistí a unas reuniones del culto evangélico cuando se supone que en mi casa somos católicos. Tuve suerte. Pude haber caído en manos de cualquier grupo fundamentalista cristiano o de cualquier secta. Me pillaron. Experimenté con la política, y eso que no tenía edad para votar. Me inventé un Partido comunista que cobraba de un partido real socialista y con el himno anarquista. No sé cómo sobreviví a esa ensalada de ideas. Sí lo sé; porque estaba más solo y aislado que la una, veía que el mundo era más grande y quería encontrar mi lugar en él.
Mi aprendizaje comenzó cuando me dijeron que tenía Sindrome de Asperger y todos los maravillosos planes que tenía para incorporarme al mundo de los adultos, casarme con una chica y vivir una aventura como las de las novelas juveniles ya no eran válidos. Ni lo serían jamás. A veces me pregunto si los Asperger aprendemos alguna vez a sentir como adultos. Pero el día que pise por primera vez el Hospital de Día empezó de verdad mi formación. Todo lo anterior habían sido sueños de mariposa y raquetazos al viento sin pelota alguna.

Esto es un padre, David Dobbs, que recibe una llamada una mañana. Es su hijo. Está detenido en una comisaría de los Estados Unidos por conducir demasiado deprisa.
-¿Cuánto es demasiado deprisa?
-A 180 kilómetros por hora.
-Eso es mucho más que ir deprisa, Tendrás que costearte el abogado y pagar la multa.- le dice el padre.
-Ya lo sé. Pero es que no estaba haciendo el loco. Elegí conducir por una carretera a 180 kilómetros por hora con buena visibilidad, sin tráfico, y con el asfalto seco. No estaba haciendo locuras, de veras. Quería saber cuáles eran los límites.
Entonces el padre lo comprendió. ¿Hasta dónde puedo llegar? Es nuestro instinto de explorador, el que conducía a su hijo. Los jóvenes descubren que el mundo es mucho más complejo que el conocido de las relaciones familiares. Y experimentan con él. No sabrán cuál es su postura ante el alcohol hasta que lo hayan probado, no sabrán cuál es su lugar entre los adultos hasta que los hayan desafiado. Hay que matar al padre ( metaforicamente) antes de poder "matar" al niño que llevan dentro.
La parte negativa es que muchas de las adicciones a las drogas o problemas con el alcohol comienzan a esta edad. Hay adolescentes que cruzan los límites y no encuentran el camino de regreso a la seguridad de lo conocido y previsible.
Otra de las características es que valoran el triunfo por encima de los riesgos. Este artículo está basado en una de National Geographic. Le pieron a una fotógrafa, Kitra Kahana, que acompañara a los alumnos de un instituto estadounidense durante un año.
Uno de los chavales, un joven jugador de fútbol americano, se había lesionado en un partido y los traumatólogos le dijeron que si jugaba el resto de la temporada podría sufrir iotra lesión. El chico hizo caso de las advertencias hasta la final. Su equipo se clasificaba para una promoción mayor y quería participar de eso. Así que jugó y se volvió a lesionar.
Steinberg es un psiquiatra que hace experimentos sobre esta características de los adolescentes con un videojuego de trabajo. Se supone que el joven tiene que hacer un recorrido en un coche. Si se arriesga y cruza justo antes de que un semáforo se ponga en rojo obtiene puntos. Pero si cruza con el semáforo en rojo se arriesga a perder puntos. Los chavales/ as corrieran más riesgos ( y perdieron más puntos sin necesidad) cuando sus amigos/ as estaban mirando.
Los chavales son seres extremadamente sociales. Todo lo que pase en ese terreno es muy importante y decisivo para el resto de su vida, porque les proporciona las habilidades sociales y una idea de su lugar en el grupo para el resto de sus vidas. Si no te invitan a la fiesta de 3º es un drama. no porque no vaya a haber más fiestas, que las habrá, sono porque significa que en esos momentos no te estás adaptando bien al mundo del instituto y está en duda si te adaptarás al de los adultos.
A mí no me invitaban a las fiestas. De hecho no conseguí adaptarme a nada de todo esto hasta los 18 años, y lo conseguí en un pueblo de 2000 habitantes, donde relacionarse es fácil porque todo el mundo tiene referencias de todo el mundo, y las relaciones son menos competitivas que en un instituto. Pero como he dicho, yo fui un fraude como adolescente.

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