lunes, 19 de diciembre de 2016

Centenario del asesinato de Rasputín.

El cuerpo semidesnudo del monje Grigori Efimovich Rasputín, apareció en las aguas congeladas del Neva, en diciembre de 1916. Tenía las manos en alto como si hubiera estado luchando por desatarse de las bridas con las que estaban atadas. Mostraba orificios de balas en el pecho y en el abdomen y una más entre los ojos. Llevaba tres días muerto. Lo habían asesinado el principe Felix Yusupov, el gran duque Dimitri, primo del zar y el diputado de la extrema derecha nacionalista Vladimir Purishkevitch. Contaron con el apoyo de los servicios de espionaje británicos que veían con malos ojos la promesa de los bolcheviques de sacar a Rusia de la Primera Guerra Mundial.
Rasputín era un campesino rudo y primitivo que tenía poderes hipnóticos y una capacidad hemostática - podía detener las hemorragias con su sola presencia- muy apreciadas por la zarina Alejandra, preocupada por las consecuencias de la hemofilia del zarevitch. Las elites aristocráticas lo consideraban un peligroso aventurero que llevaba a la destrucción a la Dinastía Romanov.
Varias horas antes del crimen el Ministro de Interior visitaba al monje jlisti para advertirle que se había preparado una conjura contra él y que no debía aceptar las invitaciones del príncipe Yusupov. Rasputín hizo caso omiso. Rasputín acudió al palacete del príncipe supuestamente a curar a la princesa Irina, la sobrina del zar Nicolás II. El principe Yusupov era conocido por su bisexualidad y por su afición al travestismo, algo que podía atraer mucho al degenerado Rasputín, un jlisti, una rama del cristianismo ruso ortodoxo que buscaba la comunión con Dios a través del pecado. Los detractores del monje contaban historias de que Rasputín organizaba orgías con bailarinas de ballet y cantantes  de ópera en los reservados de los restaurantes, y que era asiduo a todos los burdeles de San Petersburgo, cosa que muchos historiadores afirman que fueron exageraciones.
Yusupov y Dimitri eran dos dandys con inclinaciones homosexuales que ya habían recibido invitaciones del círculo más cercano a la familia imperial para que se instalasen en provincias, donde su escandalosa vida pudiera ser silenciada. Querían matar a Rasputín para hacer ver que seguían siendo patriotas y fervientes defensores de los intereses de su pariente, el zar.
La primera idea era ofrecerle pastelitos envenenados y vino de Madeira con cianuro. Rasputín comió y bebió en grandes cantidades sin que nada le hiciese aparentemente daño. A las 02:30 de la madrugada Yusupov dejó de tocar la balalaika y de cantar y tomó su revolver en la habitación donde esperaban ansiosos sus colaboradores, que escuchaban en un gramófono "Yankee Doodle", un himno patrriótico estadounidense.
Ya armado Yusupov entró de nuevo en la estancia, indicó al monje jlisti que rezara una oración y le descerrajó un tiro en el pecho. Rasputín se desplomó sobre una piel de oso polar. Yusupov empezó a hacer los preparativos para preparar una posible coartada, en vista de la posible reacción de la zarina Alejandra, que en ese momento actuaba como regente.
Cuando volvió para sacar a Rasputín de la habitación, el monje abrió los ojos y forcejeó con él. Consiguió levantarse y moverse a trompicones por el salón. "Felix, Felix, se lo contaré a Alejandra. ¿Dónde está tu fusil, soldadito de juguete?". Un agente inglés le disparó entre los ojos y ya no volvió a levantarse ni a decir nada. Todavía tembloroso por la experiencia, Yusupov cogió una fusta de madera forrada de cuero y empezó a golpear el cuerpo del monje hasta hundirle el cráneo, desfigurar su cara y reventarle los testículos. Sobre las seis de la mañana, el grupo de conspiradores hizo un agujero en el hielo del Neva y tiraron por él el cuerpo de Rasputín, que murió, para empeorar tan truculento misterio, con los pulmones llenos de agua. Por lo visto no estaba muerto cuando lo tiraron al agua.
Cuando la Okrhana descubrió a los autores, Felix Yusupov fue desterrado del país, y el gran duque Dimitri, que tenía habilidades militares, fue enviado a luchar en Persia. El asesinato de Rasputín no sirvió de nada porque dos meses después el zar, que se hallaba luchando contra los alemanes en el frente, fue obligado a abdicar en su primo Miguel. Después Rusia se convirtió en una república dominada por el moderado Kerensky tras la Revolución de Febrero. Los bolcheviques se hicieron con el poder en octubre de 1917 sin pegar un tiro y decidieron ejecutar a la familia real en Ekaterimburgo, en la casa Ipatiev, no por inquina, sino como un golpe psicológico para los rusos blancos, que pretendían restaurar el zarismo.

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