martes, 13 de junio de 2017

Wallis Simpson y Eduardo VIII, una pareja polémica.

Elizabeth, la Reina Madre, llegó a serlo porque el hermano de su marido, Eduardo, renunció a la Corona británica para casarse con la divorciada americana Wallis Simpson. Para la Historia oficial la primera es la buena y la segunda, la mala, una libertina con conexiones nazis que dominó al sumiso rey.

Wallis Simpson no dejaba indiferente a nadie. Cuando la Reina Madre la mencionaba se limitaba a suspirar: "Esa mujer....". Winston Churchill era un hombre. Se supone que era más sensible a los encantos y pillerías femeninas. "Esa zorra....", decía, refiriéndose a la esposa del rey Eduardo VIII.
Wallis Simpson era hija de un magnate de los ferrocarriles norteamericanos. Por desgracia, el padre murió, y el tren de vida de la familia Simpson bajó ostensiblemente. Wallis soñaba con un príncipe azul que colmase sus aspiraciones esnobistas. Llamaba a sus muñecas Mrs Vandervilt y Mrs Astor, dos de las familias de financieros más importantes de la Costa Este.
La muchacha era malhablada y promiscua, y eso la llevó a a ser castigada con frecuencia en los colegios de señoritas a los que asistió. Envidiaba a sus primas, que no sufrían carencias económicas.
En una epoca en la que los chicos comenzaban el cortejo, ella era completamente desinhíbida. Su primera pareja serie era el piloto Earl Winfield Spencer.
Windfield voló para el Gobierno mexicano de Vitoriano Huerta contra las tropas de Pancho Villa, pero no se le permitió alistarse en la flota de aviones de caza durante la Gran Guerra, porque necesitaba estar bajo los efectos del alcohol  para subirse a un avión, lo cual no era una garantía en un combate a cara de perro con otro avión. Fue destinado a China y Wallis le siguió.
La estancia de la pareja en Asia fue una sucesión de peleas e infidelidades. Una de las cosas que sucedieron en China es que Wallis Simpson se sometió a un aborto chapucero a consecuencia de una de sus aventuras extramaritales. El resultado de esto fue la imposibilidad de procrear y problemas ginecológicos para el resto de su vida. Tras divorciarse de Winfield, conoce a su segundo marido en 1927. Ernest Simpson era un financiero casado, que aporto la estabilidad a su vida que había carecido con Winfield.
Durante una visita a Inglaterra conoció al tercer hombre de su vida, el Príncipe de Gales, Eduardo. Por entonces salía con Thelma Furness, una amiga de Wallis. La Furness era una mujer temperamental, de la que las malas lenguas rumoreaban que había matado a su marido en un ataque de celos. En una reunión de sociedad Eduardo le preguntó a Wallis si echaba de menos la calefacción central. "Su Alteza me ha decepcionado". Silencio general ante la monstruosa impertinencia. "Sí; veréis. Todo el mundo pregunta lo mismo a las americanas, así que yo pensé que su Alteza, el Príncipe de Gales, sería más original". Eduardo se sintió retado y así es como empezó la relación.
Eduardo tenía una sexualidad ambigua. Entre los incidentes de los informó Louis Mountbatten de su estancia en la Royal Navy está el hecho de que se insinuase vestido de mujer a un oficial, que desnudase a un granadero, o que se pasease con un pañal y un chupete en la boca por las cubiertas principales. Jorge V, su padre, estaba informado de tales andanzas, y solo podía decir al respecto: "Espero que Eduardo nunca se case..."
La Reina Madre se casó con el Príncipe Bertie, aunque había puesto sus ojos de muchacha joven en Eduardo, al que siempre amó a su modo. El amor normal, sin sobresaltos, que ella ofrecía, no pudo competir con el carrusel de emociones que suponía una relación con Wallis Simpson.
De todas maneras, uno de los ayudas de cámara del Palacio Beldedere presentó su renuncia tras haber presenciado como el Príncipe Eduardo se postraba y le pintaba de rojo las uñas de los pies a Wallis. El marido poco dijo de semejante concubinato y se mostró receptivo a la hora de firmar los papeles del divorcio.
Cuando Eduardo anunció su intención de casarse con Wallis, una mujer divorciada y totalmente inapropiada para nadie, saltaron las alarmas. Un informe de dudosa veracidad indicaba que Wallis había llegado a prostituirse en China, durante la relación con Winfield .No era cierto, pero ya era imposible que el pueblo británico la aceptase como monarca.
El 20 de enero de 1936 muere Jorge V. Eduardo es nombrado rey. Se le ofrece un matrimonio morganático. Wallis puede ser su esposa pero no podrá ser reina. Wallis propone irse a Nueva Zelanda para iniciar una nueva vida. Pero el rey Eduardo VIII depende tanto de ella que renuncia al trono tras 11 meses de reinado. Cuando le cuenta su decisión a Wallis esta responde; "Querido, Piensátelo. No quiero que se diga que no luche lo suficiente para evitar tu renuncia".
La pareja es expulsada por Bertie, el nuevo rey, de Inglaterra. Es enviada a Francia, donde se casan. Hitler empieza a cortejarles, porque son una pieza importante en sus planes. Churchill le ofrece un puesto de supervisor del Ejército, pero pronto lo obligan a dimitir. Es posible que, dadas sus simpatías con Alemania, esté pasando a una nación hostil secretos militares británicos. Cuando estalla la guerra Churchill le ofrece el puesto de gobernador de las Bahamas.
La Reina Madre les ofrece una paga para sus gastos. Wallis Simpson exige 100.000 libras anuales. El Gobierno británico les ofrece 30.000 libras. 
La muerte prematura de Jorge VI en 1952 exacerbó las tensiones entre las dos cuñadas. Elizabeth Bowers-Lyons decía que su marido había envejecido prematuramente al tener que aceptar unas responsabilidades que no deseaba ni para las que se sentía preparado. Wallis diría en 1972, tras la muerte del Príncipe de Gales: "Es increíble como toda una nación ha abusado de una sola mujer"
Wallis Simpson fallecería en 1986. A su entierro asistió la reina Isabel II, el Príncipe Carlos y Lady Diana, así como Elizabeth Bowers- Lyons, la Reina Madre. Parecía que es lo más cerca de lo que estuvieron de una reconciliación por parte de la monarquía británica.

PARA LEER:

THE DUCHESS OF WINDSOR. THE SECRET LIFE.
Charles Higham, Wiley.
590 páginas.

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