En la película se trata de muchos temas que al público normal, que no compra revistas especializadas en geopolítica, ni sabe de los conflictos africanos más que los siete tópicos de siempre, le parecerán nuevos. Muchos no saben que tras los móviles y sus aplicaciones se esconden las matanzas de campesinos inocentes a manos de crueles señores de la guerra paramilitares. Muchos se preguntarán por qué las asociaciones de ayuda humanitaria siguen invirtiendo en el Congo, si el problema nunca se soluciona ni hay visos de un final feliz- lo que en Europa entendemos como feliz.
También se habla del problema de los niños- soldados a través del personaje de Javid, un adolescente que ha secuestrado otros niños para convertirlos en los solados manejables del señor de la guerra Ngunda - inspirado vagamente en Laurent Nkunda, un jefe militar zaireño de la vida real-. Javid sabe que no podrá integrarse en la vida normalizada y sacrifica su vida tratando de matar al hombre que le robó su familia, su inocencia y su futuro.
Quizá en el futuro os hable de otras películas de Hollywood inspiradas en la merienda de negros que se ha convertido zonas enteras de África por culpa del mal reparto de lo poco que hay, de los inadaptados que no quieren una sociedad mejor ni más ley que la del más fuerte - porque es en ese ambiente donde prosperan- y del paternalismo de los occidentales caucásicos que saben de sobre que unos hombres con subfusiles AK 47 no vendrán a sus vidas a traer la muerte porque viven en sociedades con garantías. Títulos como DIAMANTE DE SANGRE o EL SEÑOR DE LA GUERRA- aunque esta última está más centrada en el tráfico de armas y África no es más que uno de los telones de fondo-.
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