Los presidentes Eisenhower, Kennedy y Johnson desearon la posibilidad de celebrar una cumbre en Moscú para lograr una mayor distensión con los soviéticos, pero lo cierto es que este es un logro de Richard Nixon y su mago de la diplomacia, Henry Kissinger.
Kissinger había tonteado tanto con los demócratas como con los republicanos, por lo que la confianza de Nixon en él era limitada en cuanto a su lealtad al Partido Republicano, pero sabía que en lo que respecta a los intereses de Estados Unidos en el tablero geopolítico de la Guerra Fría era su mejor hombre.
En la Cumbre de Moscú de 1972 se decidió establecer un medio de comunicación entre soviéticos y estadounidenses que dejase aparte los filtros del Pentágono y el Departamento de Estado. El embajador soviético despacharía de forma privada con Kissinger.
Los mandatarios acordaron una limitación de las armas nuclerares, así como acuerdos de cooperación económica y social. Los años duros de la Guerra Fría parecían haber quedado atrás.
Incluso hubo intercambios de regalos en el ámbito personal entre Nixon y Bréznev. Como el soviético era un aficionado a conducir por las calles de Moscú se le envió una limosina Cadillac. Con Nixon los rusos lo tuvieron más difícil porque nadie en la embajada rusa en los Estados Unidos o en el Kremlin sabía qué aficiones podría tener el presidente de los Estados Unidos. "Yo creo que su principal hobby es el poder. Si pudieramos mantenerlo indefinidamente en la Casa Blaca sería nuestro más rendido amigo", dijo de este incidente el futuro mandatario soviético Andrei Gromiko.

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