HÄXÁN: LA BRUJERIA A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS. (1922).

Película postmoderna donde las haya, quizá la precursora del postmodernismo en  el cine sueco- danés. Mezcla el documental, la ficción dramatizada y la iconografía terrorífica. La  cinta estuvo prohíbida en los Estados Unidos porque el grafismo con que se representaba lo que las autoridades suponían que ocurría en los akelarres y en el Infierno eran demasiado explícito.

La ficción dramatizada nos cuenta como una comadre de un pueblecito de Europa Central quiere seducir a un cura que está alojado en su casa, para lo que recurre a los filtros amorosos. Posteriormente se unta con una pócima especial y sueña que viaja en una escoba al akelarre.

La segunda ficción documentada ocurre en un pueblecito alemán justo poco después de que Splenger y Kramer, dos monjes dominicos obsesionados con las mujeres que llevaban mal lo del celibato, escribieran el MALLEUS MALEFICARUM, el manual del cazador de brujas protestante, aunque todo indica que la acción ocurre poco antes de la irrupción del Lutero en el panorama religioso europeo.

Una joves esposa y madre está preocupada porque su marido está enfermo. El médico dice que ha sido hechizado por una bruja y la muchacha encuentra a la culpable. Una anciana mendiga, Marie la Tejedora. La denuncia a las autoridades religosas para que la torturen. Y esta se venga denunciando a todos aquellos que la han maltratado en el pasado, especialmente a la mujer que la acogió primero en su casa y luego destruyó su vida.

El amor de un joven novicio que vive una sexualidad frustrada, la venganza de Marie y el fanatismo del abad nos llevan a un terrible desenlace.

La ficción principal ahonda en el hecho de que la gente buscaba explicaciones a las peturbaciones psicológicas y los deseos reprimidos por el clan social, que acababan expresándose una manera clandestina. Compara la disociación de la realidad de una joven novicia francesa de convento de Loudún- aunque el guionista no lo nombra-, alterada por ayunos y penitencias físicas, así como por el aislamiento social, con las de una sonámbula y una cleptómana del siglo XX, ambas interpretadas por la misma actriz no profesional.

En 1922 la psiquiatría estaba en pañales. No conocía el desarrollo posterior a la Segunda Guerra Mundial con tanto soldado traumatizado que tratar. Así que comparar los manicomios de 1920 con las mazmorras de la Inquisición no es tan descabellado, como lo es tampoco decir que las supersticiones en forma de Tarot o cenáculos espiritistas estaban a la orden del día.

Lo que no explica la película son las razones por la que los monjes, que tenían acceso a la cultura y a los secretos de los aldeanos merced al secreto de confesión, se dejan llevar por el fanatismo. No habla de tensiones entre vecinos, trabajo duro y deshumanizador en el campo, residuos de tradiciones paganas que los monjes no entienden, magistrados seglares aburridos en lugares alejados de la Corte y donde ven que sus carreras se estancan, y del papel de las mujeres en el sostén de la comunidad, por lo que se tenderá a culpabilizarlas de lo que fracasa y a castigarlas si no llega el deseado hijo varón o la partera no logra salvar la vida de una joven no preparada para parir.

La actriz que hacía de Marie la Tejedora era una vendedora de rosas callejera que se sugestionó tanto con la trama que le comentó al director Christensen que había visto al demonio sentado junto a su cama. Christensen pidió a su joven intérprete permiso para comentar el incidente en el guión, como una forma de mostrar la pervivencia de la superstición en pleno soglo XX. Otra actriz más joven quiso probar unas espulgueras traídas al set de rodaje como ejemplo de los métodos de interrogatorio de la Inquisición. La mujer confesó cosas que no sabía ni su marido solo para que se las quitasen.