Cazan ballenas lanzándose sobre ellas con un simple arpón de bambú. Los lamaleranos habitan en Indonesia y son una cultura única que vive casi exclusivamente de estos mamíferos. Son su alimento,su moneda y hasta construyen bates con los penes. Un periodista ha convivido con ellos durante tres años y cuenta la historia.
Las estachas se enredan entre las piernas y arrastran a los pescadores al fondo. Cuando los cachalotes sienten el dolor del arponazo luchan por su vida y se revuelven contra las embarcaciones de los humanos que les hacen daño. Si la estacha se engancha en el arponero, éste morirá sin remedio. Son muchos los balleneros que han perdidos piernas o dedos de los pies y las manos, segados por las estachas. También es frecuente que las lená, las embarcaciones de caza vuelquen o que las ballenas las embistan.
La escena es de 2021 pero la misma pudo reproducirse hace 100 años. Los lamaleranos siguen arriesgando sus vidas contra los cachalotes armados solamente con un arpón de bambú. Lo único que ha cambiado es que ahora el combate contra los cetáceos está asegurado porque las lená se trasladan hasta el lugar de la lucha con el motor. Pero es la única concesión al siglo XX que han hecho estos bravos pescadores. Luego es la destreza de los hombres contra la fuerza bruta del cachalote.
Lembata es una isla tan remota que los indonesios la llaman "la isla olvidada". Allí se refugió a principios del siglo XVI una tribu de cazadores- recolectores porque un tsunami había borrado del mapa su aldea. Como la isla a la que llegaron era demasiado rocosa y tenía tierras poco aptas para el cultivo optaron por la recolección de productos del mar. Los lamarenanos arponean delfines, mantarrayas, marsopas, orcas y ballenas de toda clase. Es una pesca sostenible, autorizada por las autoridades, porque solo matan 20 ejemplares al año, lo que les permite hacer trueque con tribus de agricultores y mantener más o menos intacta su cultura.
Las velas de los barcos tená se hacen con hojas de palma, aunque ahira también usan telas y cartones. Los cascos de las embarcaciones son de madera. Los arpones y los hammallollo, las plataformas dque asoman metro y medio desde la propa para que se siente el arponero son de bambú, explica el periodista Doug Bock Clark.
La cacería de ballenas puede durar varios días y es normal que las flotas sufran varias pérdidas. El naufragio es otro de los peligros del estilo de vida de los lamaleranos por lo que muchos mueren ahogados y a veces son recogidos tras estos incidentes por las naves que siguen adelante con la cacería, sobrecargándolas.
La llegada a tierra de los pescadores pone en marcha a toda la tribu. Las sierras despedazan la carne para conseguir la grasa del animal, las vísceras se separan con cuidado, se filetean los lomos. Los jefes del poblado se aseguran de que los suyos lo aprovechen todo del cetáceo. Las mujeres hierven las vísceras en calderos y los niños juegan al beisbol con los penes de las ballenas.
La carne se reparte entre los tripulantes de las embarcaciones. Los niños la llevan a casa en caparazones de tortuga donde las mujeres las cortan en lonchas y secan la cecina de ballena al sol. Es su alimento y su moneda, con la que consiguen hortalizas de las tribus del interios de Lembata. También usan dólares para sus intercambios. Otra concesión al siglo XXI.
Los lamaleranos son católicos pero consultan asuntos prácticos con los chamanes. Parecen gente cordial y pacífica hasta que el atalayero hace sonar su caracola y los niños empiezan a avisar a sus padres al grito de "!Baleu!" para que se tornen en pescadores balleneros letales.
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