Las autoridades que gestionan este Museo Memorial del Holocausto están enojadas porque el titular de unos terrenos privados cerca del campo de exterminio, a la vista de una de las torres de vigilancia de 15 metros de altura, ha dado su autorización a un vendedor de helados ambulantes a vender su mercancia a los turistas. Dicen - con toda la razón del mundo- que es una trivialización y una falta de respeto ante las víctimas del campo de exterminio y del Holocausto.
De hecho los visitantes del memorial tienen un lugar cercano, de titularidad pública, donde pueden beber y comer. Dentro del museo, incluido en la lista de la UNESCO del Patrimonio de la Humanidad en 1979, está prohibido comer, beber alcohol y fumar.

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