"Habla mejor que el señor cura" esclama una mujer en un mitín de la abogada y diputada del Partido Radical que ha hecho posible lo que nos años antes parecía imposible: el sufragio femenino en España. Es el 23 de abril de 1933. Se trata de unos comicios municipales pero dentro de seis meses las mujeres votarán en las legislativas de 1933.
Clara, como política y mujer resulta exótica para las mujeres de clase obrera para las que hace sus discursos, Incluso para las burgesas. Recore la provincia de Madrid al volante de su propio coche, acompañada de una amiga, la abogada suiza Antoinette Quinche. Suiza será el último país europeo que permitirá el sufragio femenino.
Quinche conseguirá en 1959 que las mujeres del cantón de Vaud, donde vive, voten por sus representantes, algo que no será posible en el resto del territorio suizo hasta 1971.
Clara creció admirando a la abogada y visitadora de prisiones del siglo XIX Concepción Arenal, a la que consideraba una mujer hecha a sí misma, pese a que ella no pertenecía a una familia burguesa ilustrada gallega como Concepción. Las dos opinaban que para dar el lugar adecuada en la sociedad del siglo XX a las mujeres debían salir de la marginalidad y de las estrechas paredes del mundo doméstico.
Campoamor fue nieta de una portera del barrio madrileño de Malasaña, hija de una modista. El padre ve una capacidad para los estudios extraordinaria en su hija y hace lo posible para que se eduque, pero el progenitor muere y Campoamor tiene que dejar de estudiar. Se pone a trabajar de modista y dependienta mientras espera un cambio.
Durante el gobierno liberal de Canalejas, bajo el reinado de Alfonso XIII, se suprime la autorización para que las mujeres soliciten cursar toda clase de estudios. Clara se presenta a la oposición de Taquigrafía y Mecanografía. Trabaja de funcionaria, traduce obras del francés y se pone en contacto con los grupos progresistas del Ateneo de Madrid.
Vuelve a estudiar, esta vez Derecho. A los 37 años es la segunda mujer que se gradúa como abogada en España. La primera también jugaráun papel es esta historia: se trata de Victoria Kent. Defiende el derecho al divorcio y de hecho consuma la separación de Josefina Blanco, la esposa de Valle Inclán, y la de Concha Espina. Pronto saltará al ruedo político, con los liberales. Aunque matizará: "Soy ciudadana antes que mujer, mujer antes que republicana".
La Primera República llega en abril de 1931. En junio se decreta comicios para las Cortes. Los varones mayores de 23 años pueden votar y son elegibles para los cargos los sacerdotes católicos y las mujeres por primera vez. Clara encabeza las olistas del Partido Radical Republicano. Victoria Kent está en las del Partido Radical Socialista; y hay una tercera mujer que salta a la escena política, Margarita Nelken, con los socialistas.
Campoamor, como miembro de una comisión donde se elaboran los proyectos legislativos antes de ser aprobados por votación, consigue una ley del divorcio, la igualdad civil de los sexos y la económica de los hijos naturales y los ilegítimos. Por fin llega lña madre de todas las batallas: el derecho de la mujer al voto.
A los varones de su propio partido les parece un suicidio político. Creen que los confesionarios se convertirán en cámaras de propaganda política y los sacerdotes inducirán a las mujeres a votar por partidos conservadores. Victoria Kent y Margarita Nelken presionan en la Cámara para que se retrase la concesión de esta libertad por el mismo temor. El Partido Radical Republicano se abstiene en la votación de la polémica ley pero sale aprobada por los votos socialistas y de los partidos conservadores. Las mujeres han ganado.
En 1933 la derecha gana las elecciones. Campoamor es atacada por agrupaciones como la C.E.D.A. de Gil Robles por lo que el Partido Radical Republicano la saca de sus listas. Campoamor pide un puesto en Izquierda Republicana, pero Azaña no le perdona la defensa sufragista y se lo deniega. La Revolución de Asturias de 1934 hace que dimita de la Dirección General de Beneficencia, un cargo ofrecido por el presidente Lerroux.
En 1936 estalla la Guerra Civil, que Campoamor vive en la retaguardia. Ve los paseos, las sacas y puede escuchar rumores de lo que se supone que sucede dentro de las checas, de lo que da testimonio con la ayuda de su amiga Antoinette. Tras una corta estancia en Lausana, donde deja a su madre, se instala en Buenos Aires, donde escribe textos sobre literatura y trabaja en un bufete.
Intenta volver a España en los años 1950 pero las autoridades la acusan de ser masona y le dan a escoger entre 12 años de cárcel o dar la lista de sus compañeros de logia. Campoamor jamás militó en la masonería. Nunca regresará a España. Fallecerá en Suiza el 7 de julio de 1971 en la casa de su amiga Antoinette.

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