John Whiteside Parsons, más conocido como Jack Parsons (1914–1952), fue una figura extraordinaria y profundamente controvertida del siglo XX. Fue a la vez un pionero de la ingeniería aeroespacial y un ferviente ocultista, un hombre que combinó el rigor científico con una espiritualidad esotérica inspirada en el ocultismo de Aleister Crowley. Su vida se movió entre la genialidad y la transgresión, entre el laboratorio y el templo mágico, y terminó de manera abrupta y misteriosa.
El científico visionario
Parsons nació en Pasadena, California, en el seno de una familia acomodada, aunque su infancia estuvo marcada por el abandono de su padre y una educación solitaria. Desde joven se interesó por la ciencia ficción y por la idea de los viajes espaciales, lo que lo llevó a experimentar con cohetes de forma autodidacta. En la década de 1930, junto a Frank Malina y Edward Forman, comenzó a trabajar en la California Institute of Technology (Caltech) en lo que más tarde se convertiría en el Jet Propulsion Laboratory (JPL), institución fundamental en el desarrollo de la tecnología espacial estadounidense.
Parsons fue un químico y físico autodidacta con un talento extraordinario para la manipulación de explosivos y combustibles. Es considerado uno de los padres fundadores de la propulsión a chorro y del cohete moderno. Sus investigaciones sobre combustibles sólidos y líquidos permitieron que Estados Unidos sentara las bases de su programa espacial. En 1942, su grupo, inicialmente apodado en tono de burla “el Escuadrón de Cohetes Locos de Galcit”, desarrolló el JATO (Jet Assisted Take-Off), un sistema que ayudaba a los aviones a despegar con cargas pesadas. Esta invención fue fundamental para la aviación militar durante la Segunda Guerra Mundial y para el futuro de la astronáutica.
A pesar de no haber obtenido un título universitario, Parsons fue reconocido por su talento e innovación, y su trabajo impulsó el nacimiento tanto del JPL como de la Aerojet Corporation, empresa que se convirtió en una de las mayores contratistas aeroespaciales de los Estados Unidos.
El ocultista rebelde
Pero la vida de Parsons no se limitó a la ciencia. En paralelo a sus experimentos con cohetes, se adentró profundamente en el ocultismo, particularmente en las enseñanzas de Aleister Crowley, fundador de la religión Thelema, cuyo lema principal es “Haz tu voluntad será toda la ley”. Parsons se unió a la Ordo Templi Orientis (OTO) y fundó en Pasadena un capítulo local de la orden, conocido como el Agape Lodge, donde practicaba rituales mágicos y promovía una visión espiritual libertaria, hedonista y antipuritana.
Su casa, en la avenida Orange Grove, se convirtió en una especie de comuna bohemia donde se mezclaban científicos, artistas, ocultistas y libertarios sexuales. Parsons veía la magia como una forma de explorar el potencial humano y liberar la energía creativa, la misma energía que, en su mente, impulsaba los cohetes hacia el espacio.
Las controversias y la caída
Las creencias y prácticas de Parsons no tardaron en atraer la atención y el rechazo de las autoridades. En plena posguerra, con el auge del macartismo y la paranoia anticomunista, sus vínculos con el ocultismo, su estilo de vida libre y su relación con figuras no convencionales lo convirtieron en un sospechoso. Además, su asociación con L. Ron Hubbard, quien más tarde fundaría la Cienciología, agravó su reputación. Parsons y Hubbard llevaron a cabo juntos una serie de rituales conocidos como el “Babalon Working”, con el objetivo de invocar a una encarnación de la diosa Babalon, símbolo femenino del poder sexual y espiritual. Estos rituales, inspirados en la magia sexual de Crowley, fueron vistos como escandalosos incluso dentro del propio movimiento thelémico.
Hubbard, en un episodio que marcó el declive personal de Parsons, lo estafó en un negocio de barcos y huyó con su dinero y con la pareja de Parsons, Sara Northrup. A raíz de este incidente y de sus crecientes problemas financieros, Parsons perdió su posición en Aerojet y fue investigado por el FBI, que lo consideraba una amenaza potencial para la seguridad nacional debido a su relación con extranjeros y sus creencias esotéricas.
La muerte y el mito
Jack Parsons murió trágicamente en 1952, a los 37 años, en una explosión en su laboratorio casero en Pasadena. Las circunstancias de su muerte nunca fueron completamente esclarecidas: oficialmente se trató de un accidente mientras manipulaba explosivos, aunque algunos sugieren que pudo haber sido un suicidio o incluso un asesinato relacionado con sus experimentos o con actividades de espionaje industrial.
Tras su muerte, su legado científico fue en gran parte silenciado durante décadas, debido a la incomodidad que su figura generaba en el entorno académico y militar. Sin embargo, con el tiempo ha sido reivindicado como un precursor del programa espacial estadounidense y como una figura simbólica del encuentro entre la ciencia y la magia, entre la razón y la imaginación.
Un legado doble
Hoy, Jack Parsons es recordado tanto como ingeniero de cohetes visionario —uno de los pioneros que permitió a la humanidad salir de la Tierra— como místico transgresor que desafió las normas morales y espirituales de su tiempo. Su vida encarna el espíritu contradictorio de una era en la que la búsqueda del conocimiento científico y la exploración del alma humana podían fundirse en una sola aspiración: conquistar los cielos, ya fueran los del cosmos o los de la mente.
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Perfecto. La faceta esotérica de Jack Parsons es tan fascinante como perturbadora —un entretejido de misticismo, deseo, rebeldía y búsqueda de trascendencia— que acabó por definir tanto su vida personal como su obra científica. Su acercamiento al ocultismo no fue superficial: lo vivió como una vocación espiritual genuina, una especie de “magia de la voluntad” que, para él, era tan real y poderosa como la energía química que impulsaba sus cohetes.
El encuentro con Aleister Crowley y Thelema
A finales de la década de 1930, Parsons descubrió los escritos de Aleister Crowley, el mago y ocultista británico conocido por su máxima thelémica: “Haz tu voluntad será toda la ley. Amor es la ley, amor bajo la voluntad.” Crowley enseñaba que cada ser humano debía descubrir su Verdadera Voluntad, un propósito esencial que lo conectaba con la divinidad. Parsons, que siempre había sentido una profunda inquietud por la libertad personal y el poder de la mente, se sintió profundamente atraído por esta filosofía.
Se unió a la Ordo Templi Orientis (O.T.O.), la orden mágica de Crowley, y pronto fundó en Pasadena la Logia Agape, que se convirtió en el centro de actividad thelémica más importante de los Estados Unidos en ese momento. Crowley, desde Inglaterra, vio en él un discípulo carismático y un potencial líder, aunque también desconfió de su entusiasmo desmedido y de su tendencia al dramatismo. En sus cartas, lo llamaba “el chico de los cohetes”, y le advertía que no mezclara la magia con sus pasiones terrenales sin disciplina espiritual.
La Logia Agape: una comuna mágica y libertaria
La casa de Parsons, en Orange Grove Avenue, era un lugar fuera de toda norma para la época. Funcionaba como un espacio de convivencia entre científicos, artistas, bohemios, poetas, libertinos y ocultistas. Se practicaban rituales thelémicos, debates filosóficos y experimentos mágicos, pero también fiestas con consumo de drogas y libertad sexual. En un contexto ultraconservador como el de la California de los años 40, aquello resultaba escandaloso.
Para Parsons, la magia no era mero simbolismo: era un modo de canalizar fuerzas reales, tanto psicológicas como cósmicas. Veía la sexualidad como una fuente de poder espiritual, una energía que podía emplearse para transformar la realidad. De hecho, interpretaba los principios de la propulsión y el impulso de los cohetes como una metáfora de esa misma energía liberadora.
Su casa fue vigilada por las autoridades en varias ocasiones, y vecinos y miembros de la comunidad científica lo denunciaron por “conductas inmorales” o “prácticas satánicas”. Sin embargo, quienes lo conocieron de cerca hablaban de un hombre extremadamente culto, generoso, y convencido de que la humanidad necesitaba una revolución espiritual que igualara en audacia a la revolución científica.
El encuentro con L. Ron Hubbard y el “Babalon Working”
En 1945 conoció a L. Ron Hubbard, un joven carismático, escritor de ciencia ficción y, posteriormente, fundador de la Cienciología. Parsons quedó fascinado por él, considerándolo un “aventurero espiritual” y una reencarnación de figuras míticas. Hubbard, por su parte, vio en Parsons un hombre idealista, ingenuo y, sobre todo, con dinero e influencia.
Ambos se embarcaron en una serie de rituales mágicos entre 1946 y 1947 conocidos como el “Babalon Working”, inspirados en la magia sexual de Crowley. El objetivo era invocar una encarnación terrenal de la diosa Babalon, arquetipo femenino de poder, lujuria sagrada y libertad espiritual, a fin de concebir una especie de “niño lunar” o moonchild que encarnara una nueva era para la humanidad: la Era de Horus, de acuerdo con la cosmología thelémica.
Durante semanas, Parsons y Hubbard llevaron a cabo rituales con invocaciones, símbolos, magia sexual y visualizaciones astrales. Parsons afirmaba haber sentido presencias sobrenaturales, y poco después conoció a Marjorie Cameron, una artista pelirroja a la que consideró la manifestación física de Babalon. Ella se convirtió en su amante y compañera mágica, y juntos continuaron las ceremonias para “traer al mundo el espíritu de la Diosa”.
El engaño y la ruina
Sin embargo, mientras Parsons se entregaba a la búsqueda espiritual, Hubbard lo manipulaba. Convencido de invertir en un negocio marítimo, Parsons entregó a Hubbard una gran suma de dinero y la gestión de una empresa de barcos. Hubbard desapareció poco después, llevándose no solo el dinero, sino también a la entonces pareja de Parsons, Sara Northrup, que más tarde sería esposa de Hubbard. Este episodio devastó a Parsons tanto económica como emocionalmente, y lo dejó en una profunda crisis espiritual.
Crowley, al enterarse, consideró que Parsons había sido víctima de su ingenuidad y lo reprendió duramente. En una carta, escribió: “No me sorprende que este pobre idiota haya sido estafado. Siempre fue demasiado impulsivo y poco prudente.”
La caída y el misticismo final
Tras el escándalo con Hubbard, Parsons quedó marginado tanto del ámbito científico como del ocultista. Sin embargo, continuó practicando rituales y escribiendo textos místicos de gran profundidad simbólica, entre ellos “The Book of Babalon” y “Freedom is a Two-Edged Sword”, donde expone su visión de una humanidad libre de represión moral, guiada por la voluntad y el amor. En esos escritos se percibe un sincretismo entre misticismo, ciencia y filosofía libertaria. Parsons veía la exploración espacial como una metáfora de la expansión de la conciencia humana.
Creía que el progreso tecnológico sin un despertar espiritual conduciría al desastre, y que la verdadera revolución debía ser interior. En sus palabras:
“El mago y el científico son una misma cosa. Uno explora los cielos con el alma; el otro, con el cuerpo.”
Epílogo: el mito del mago de los cohetes
Jack Parsons murió en 1952, en una explosión en su laboratorio mientras preparaba explosivos para una película. Tenía apenas 37 años. Para sus seguidores, fue el trágico fin de un visionario que intentó unir la ciencia y la magia. Para otros, la consecuencia inevitable de mezclar peligrosamente ambas fuerzas.
Con el paso del tiempo, su figura ha sido reinterpretada como la de un “Prometeo moderno”, un hombre que desafió las fronteras del conocimiento y las normas sociales en busca de una nueva forma de trascendencia. En la cultura contemporánea, ha inspirado novelas, cómics, canciones y series —como Strange Angel, que explora precisamente esa tensión entre el ingeniero racional y el mago visionario.
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