La escritora y periodista Cristina Morató presentará esta tarde a las 20:00 horas en el Aula de Cultura del Correo su libro "Divina Lola", la historia de Lola Montes, una irlandesa del siglo XIX que se hacía pasar por bailarina andaluza. Actuaba en los mejores teatros intentando engatusar a los aristócratas y caballeros solventes de la época.
¿Quién era Lola Montes?
La primera femme- fatale de la que tenemos noticia. Fue bailarina, aventurera y cortesana, una mujer que le cuesta al rey Luis I de Babiera el trono. Aunque se hacía pasar por una bailarina flamenca agitanada, en realidad era irlandesa y se llamaba Elizaberth Gilbert. El monarca de Babiera se prendó de ella cuando la Montes vino a reclamar un escenario a su medida. La nombró condesa, le regaló una esplendida mansión donde la visitaba a diario y la colmó de regalos y privilegios. Todas estas atencones por parte del anciano monarca a una muchachita enojaron al pueblo, que le obligó a abdicar en 1848.
Lola Montes nace en Irlanda, se cría en la India colonial y después recorre las principales cortes europeas con sus danzas "andaluzas". Es un poco como Mata- Hari, que se supone que bailaba danzas indonesias y no pasaba de ser una strip- teaser. Las dos bailaban para un público que no viajaba y no sabían determinar la autenticidad de lo que estaban viendo.
Tras llevar a la ruina política a Luis I de Babiera, Lola se marchó a los Estados Unidos donde triunfó en Broadway con sus danzas. En 1849 la encontraremos en la California de la fiebre del oro, donde bailaba la Danza de la Araña delante de los mineros. Consistía en fingir que se buscaba una araña entre la ropa interior y las enaguas. No es el strip- tease, para el que faltan todavía 50 años, pero se le parece todo lo que la moral permitía. Después se marcha Australia donde comprende que lo de bailar se ha acabado, por lo que se reinventa como conferenciante. Murió en la miseria.
Explíquenos lo de Babiera con más detalle.
Lo de Babiera, Lola Montes lo malogró por culpa de sus ambiciones. Empezó a intrigar y a entrometerse en política, y era un momento muy delicado para hacerlo, con esa tercera oleada revolucionaria sacudiendo Europa. El pueblo la odiaba, se rebeló contra su rey, y la obligó a huir de Munich.
Atraía mucho a los hombres...
Tenía una belleza exótica: era morena, de melena larga y rizada, y cejas negras y arqueadas. Se relacionó con el escritor Alexandre Dumas, Honoré de Balzac, otro escritor, y vivió un sonado romance con Franz Listz, el Justin Bieber del siglo XIX. Si quería algo lo conseguía.
Lola no era una de esas aburridas y convencionales señoras respetables de la sociedad burguesa pero tampoco una cualquiera, y eso atraía mucho a los hombres. Fumaba cigarrillos, era buena con el revólver y sabía montar a caballo como un coracero prusiano. Casi siempre llevaba una fusta y atacaba con ella a los hombres que le llevaban la contraria o no eran lo suficientemente galantes con ella.
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