Supervivientes de los bombardeos de las localidades de Gernica y Nagasaki (Japón) ofrecen su testimonio a los dos jóvenes. "Si el infierno existe se parece a aquello".
El equipo técnico del director Koldo Serra en un momento del rodaje de GERNICA (2016) |
El 26 de abril de 2017 se celebró el 80 anivarsario del cruel y gratuito bombardeo sobre la indefensa población civil de Gernika. Nadie salió beneficiado, porque tampoco sirvió a las tropas nacionales para avanzar más rápido hacia Bilbao. No causaron bajas a las tropas republicanas ni le dieron a los almacenes de munición no a un estratégico puente, que, en teoría, justificaba la presencia de la Legión Cóndor sobre el lugar.
Las celebraciones del 80 aniversario organizadas por la concejalía de Cultura han contado con la presencia ( en espíritu) del hibakusa Seiji Yamaguchi, que se hallaba presente en la ciudad industrial de Nagasaki cuando la devastó la segunda bomba atómica, Fat Man. Luis Iriondo estrenaba su primer pantalón largo el 26 de abril de 1937, día de marcado, en Gernica.
Seiji Yamaguchi:
"Era muy niño y solo ví una pequeña parte de lo que pasó. El resto lo aprendí después: los 74.000 muertos, la parte de mi ciudad que desapareció..." El que narra la historia de Seiji es su amigo Hiroshi Sienaga. otra hibakusa, que utiliza el kamishibai, una especie de teatro de marionetas de papel para contar las experiencias de los supervivientes del bombardeo de Nagasaki.
Seijo era un estudiante de secundaria en 1945 pero, como todo patriota japonés, debía contribuir al esfuerzo de guerra cavando trincheras. Por eso el estallido de la ojiva nuclear aconteció cuando el muchacho estaba en el extrarradio.
"Se desmayó, y cuando despertó, seguía agarrado a una azada y tenía unas orribles quemaduras de cintura para arriba. Cerca, una mujer lloraba omo una loca, con su bebé muerto". Al adolescente lo trasladaron a un hospital, con una fiebre altísima: "Se desmayaba cuando le cambiaban las gasas. Todos los días morían conco o seis personas en aquella sala, aunque Seiji ni siquiera se daba cuenta. La muerte se había convertido en algo cotidiano."
Tras siete meses en un hospital, a Seiji le dieron el alta, pero su rostro quedó desfigurado. Al rechazo cultural que sentían por miedo a las consecuencias de la radiación nuclear el resto de los japoneses, se unió al rechazo físico y la repugnancia ante sus quemaduras faciales. Seiji intentó suicidarse varias veces.
En 1955 fundó una asociación que prohibía la proliferación de armas atómicas y en 1982 habló delante de un Comité de las Naciones Unidas: "Por favor, fíjense en mi cara. Que nosotros seamos las últimas víctimas de la muerte y la angustia de las armas nucleares", exigió.
Luís Iriondo.
El fatídico día de mercado tenía 13 años y acababa de estrenar su primer pantalón largo. Se evocó a sí mismo en el refugio de Pasileku, con preocuaciones ajenas a que allá fuera estaban convergiendo los horrores de una guerra civil y de una terrible dictadura. "Los refugios estaban sin terminar, las paredes húmedas, el suelo medio embarrado, sin luz ni sistema de ventilación. Al de unos minutos no podía ni respirar. Nos mandaron que nos agacháramos o nos sentáramos, pero yo había estrenado el día anterior los pantalones largos, después de mucho pedirlos, y mi madre me había dicho que no los manchase".
Aquella primera alarma fue un preludio. El verdadero horror se lo encontró en cuanto salió del refugio. Los sacos terreros le impedían ver nada pero sentíe el calor y la onda expansiva de las explosiones. "Cuando salí, me quedé aterrado: todo era una llama". Luis recordó a un amigo de su edad que se había intentado esconder de la Legión Cóndor en una hondonada. "Yo le envidié por estar ahí en lugar de un refugio, pero murió. Los pilotos alemanes lo vieron". Otro comtemplaba como su casa se venía abajo, demolida hasta los cimientos por las bombas de termita. "Ahí están mi tía y mi abuela, una sorda y la otra paralítica", le comentó a Luís Iriondo, sin aparente emoción.
Dieprand von Richthofen, descendiente del Jefe de Estado Mayor de la Legión Cóndor.
"Ya vine en 2012. Tuvimos un encuentro con los supervivientes que me conmovió. Tanto entonces como ahora, como miembro de la familia Richthofen, siento el deseo y la responsabilidad de compartir el dolor de las personas que sufrieron el bombardeo. Y para nosotros ha sido liberador encontrarnos con gente que no nod culpa, que no plantea la cuestión en términos de venganza o amargura, sino de reconciliación"
"Yo nací en 1942 y mi tío murió de un tumor cerebral en 1945. Era el típico mando nazi, aunque mi familia estaba dividida entre fervientes nacionalsocialistas y detractores del Régimen. Tenía cualidades que podríamos llamar tipicamente alemanas: era trabajador, innovador, cumplidor... Pero esas características tenían su lado sombrío: no era empático, no tenía en consideración a las personas ni le importaban las víctimas. Buscaba la eficacia técnica por encima de cualquier otra cosa. No interpelaba a su conciencia".
Para ver:
Trailer de Gernica, del director vasco Koldo Serra. (2016)
https://www.youtube.com/watch?v=LKmSLKh8fYw
Seijo era un estudiante de secundaria en 1945 pero, como todo patriota japonés, debía contribuir al esfuerzo de guerra cavando trincheras. Por eso el estallido de la ojiva nuclear aconteció cuando el muchacho estaba en el extrarradio.
"Se desmayó, y cuando despertó, seguía agarrado a una azada y tenía unas orribles quemaduras de cintura para arriba. Cerca, una mujer lloraba omo una loca, con su bebé muerto". Al adolescente lo trasladaron a un hospital, con una fiebre altísima: "Se desmayaba cuando le cambiaban las gasas. Todos los días morían conco o seis personas en aquella sala, aunque Seiji ni siquiera se daba cuenta. La muerte se había convertido en algo cotidiano."
Tras siete meses en un hospital, a Seiji le dieron el alta, pero su rostro quedó desfigurado. Al rechazo cultural que sentían por miedo a las consecuencias de la radiación nuclear el resto de los japoneses, se unió al rechazo físico y la repugnancia ante sus quemaduras faciales. Seiji intentó suicidarse varias veces.
En 1955 fundó una asociación que prohibía la proliferación de armas atómicas y en 1982 habló delante de un Comité de las Naciones Unidas: "Por favor, fíjense en mi cara. Que nosotros seamos las últimas víctimas de la muerte y la angustia de las armas nucleares", exigió.
Luís Iriondo.
El fatídico día de mercado tenía 13 años y acababa de estrenar su primer pantalón largo. Se evocó a sí mismo en el refugio de Pasileku, con preocuaciones ajenas a que allá fuera estaban convergiendo los horrores de una guerra civil y de una terrible dictadura. "Los refugios estaban sin terminar, las paredes húmedas, el suelo medio embarrado, sin luz ni sistema de ventilación. Al de unos minutos no podía ni respirar. Nos mandaron que nos agacháramos o nos sentáramos, pero yo había estrenado el día anterior los pantalones largos, después de mucho pedirlos, y mi madre me había dicho que no los manchase".
Aquella primera alarma fue un preludio. El verdadero horror se lo encontró en cuanto salió del refugio. Los sacos terreros le impedían ver nada pero sentíe el calor y la onda expansiva de las explosiones. "Cuando salí, me quedé aterrado: todo era una llama". Luis recordó a un amigo de su edad que se había intentado esconder de la Legión Cóndor en una hondonada. "Yo le envidié por estar ahí en lugar de un refugio, pero murió. Los pilotos alemanes lo vieron". Otro comtemplaba como su casa se venía abajo, demolida hasta los cimientos por las bombas de termita. "Ahí están mi tía y mi abuela, una sorda y la otra paralítica", le comentó a Luís Iriondo, sin aparente emoción.
Dieprand von Richthofen, descendiente del Jefe de Estado Mayor de la Legión Cóndor.
"Ya vine en 2012. Tuvimos un encuentro con los supervivientes que me conmovió. Tanto entonces como ahora, como miembro de la familia Richthofen, siento el deseo y la responsabilidad de compartir el dolor de las personas que sufrieron el bombardeo. Y para nosotros ha sido liberador encontrarnos con gente que no nod culpa, que no plantea la cuestión en términos de venganza o amargura, sino de reconciliación"
"Yo nací en 1942 y mi tío murió de un tumor cerebral en 1945. Era el típico mando nazi, aunque mi familia estaba dividida entre fervientes nacionalsocialistas y detractores del Régimen. Tenía cualidades que podríamos llamar tipicamente alemanas: era trabajador, innovador, cumplidor... Pero esas características tenían su lado sombrío: no era empático, no tenía en consideración a las personas ni le importaban las víctimas. Buscaba la eficacia técnica por encima de cualquier otra cosa. No interpelaba a su conciencia".
Para ver:
Trailer de Gernica, del director vasco Koldo Serra. (2016)
https://www.youtube.com/watch?v=LKmSLKh8fYw
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