Se aventuraron por el Nuevo Mundo y muchos murieron en el intento. Otros lograron su objetivo: traer a Europa plantas exóticas y milagrosas. Os contaré la historia de quienes reunieron la colección más importante de Europa con cerca de 5.500 especies: las expediciones del Real Jardín Botánico de Madrid.
El lugar no tiene nada de particular, pero dentro se custodia un verdadero tesoro. Despacio, casi ceremoniosamente, la conservadora se pone unos guantes antes de disponerse a pasar las páginas de un tomo de láminas botánicas. La mujer se detiene en la página en que un pintor del siglo XVIII dibujó a todo color una bromelia. "Son de la colección de la expedición de Celestino Mutis a Nueva Granada. Actualmente son territorios de Colombia", me dice la conservadora.
La anterior escena tenía lugar en el Real Jardín Botánico de Madrid, donde botánicos e historiadores tratan de conservar el rico legado de unos científicos aventureros que exploraron a golpe de machete las selvas de Sudamérica.
En 1754, por ejemplo, el rey de España Fernando Vi organiza la Expedición al Orinoco para evitar disputas de lindes entre España y Portugal y atenerse a lo pactado en el Tratado de Tordesillas. Lo que un par de cartógrafos arreglan entre tazas de chocolate en un café de Lisboa o Madrid, costaba a los científicos, agrimensores y militares internarse en la selva venezolana para tratar de averiguar sui la realidad de los cartógrafos es la misma que la realidad geográfica.
En la expedición del Orinoco viajaba un joven botánico enviado a la Amazonia venezolana por el naturalista Carl Linneo. Su misión es herborizar y catalogar plantas desconocidas para los europeos. Löfling propuso al rey Fernando VI la creación de un Jardín Botánico donde jardineros y agricultores estudiaran las propiedades farmacológicas de las plantas y sus posibilidades de aclimatación al clima de Europa. Al principio, los primeros envíos no se adaptaron y el Jardín estaba en un lugar apartado de Madrid.
A lo largo del siglo XVIII el Real Jardín Botánico, ya instalado en un lugar conveniente de la capital, organizó expediciones al Orinoco, al Virreinato de Perú, la de Celestino Mutis a Nueva Granada o la de Malaspina, un almirante militar italiano que tocó la costa de Acapulco y la costa noroeste de lo que son los actuales Estados Unidos. Recaló en Nutka donde tuvo contactos con los indios haida y mantuvo a raya las aspiraciones rusas sobre Norteamérica.
Entre las colecciones de láminas de interés botánico destacan las 5190 de la colección recopilada por Francisco Javier Matís y Antonio García durante la expedición a Colombia dirigida por Celestino Mutis. Este se creó con su defensa del método científico la animadversión de la Inquisición.
Entre las aportaciones al conocimiento etnobotánico de la expediciónde Mutis está el descubrimiento del árbol de la quina, conocido por la capacidad de combatir la fiebre palúdica de sus cortezas. Los nativos explicaron a Mutis que el árbol al que llamaban quina-quina tenía estas propiedades, y los boticarios europeos fabricaron las primeras dosis de quinina, lo que permitió a los occidentales explorar y colonizar más territorios en Sudamérica y Africa, donde los mosquitos Anopheles son endémicos.
Cuando Linneo tuvo que clasificar taxonomicamente la quina la llamó chinchona en honor a la condesa de Chinchón, una aristócrata del siglo XVII. Era conocido por los boticarios de la Ilustración que Francisca Enriquez, duquesa de Chinchón, había combatido la fiebre tomando una dosis de "quina-quina", como lo llamaban los nativos o de "polvo de los jesuítas", porque era el principal fármaco en los botiquines de las reducciones de Paraguay.
En 1808, las tropas francesas entran en Maderid y se termina por algunas décadas el interés de los españoles por la etnobotánica. El Real Jardín Botánico sufre abandono y expolio de semillas. En 1886 un ciclón derriba 564 árboles históricos. En 1894 empiezan unas obras para restaurar el Jardín y abrirlo a los visitantes madrileños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario