"Nunca he conocido a nadie que pudiera igualársele en lo que a capacidad de deducción se refiere (...). Cuando recorríamos las principales ciudades del mundo, algunos de los buenos ratos que conmayor impaciencia esperaba se producían cuando iba con mi padre a un buen restaurante y escuchaba los comentarios que hacía acerca de las peculiaridades profesionales y otros rasgos propios de cada uno de los comensales allí presentes (...). Si el encargedo del restaurante los conocía,la precisión de las intuiciones de mi padre resultaba sobrecogedora", relata Adrian, uno de los hijos del escritor Arthur Conan Doyle.
Conan Doyle había nacido en Edimburgo el 22 de mayo de 1859. Hijo de padres irlandeses, católicos y de buena posición económica, mostró desde niño interés por la investigación criminal. Su padre era un dibujante del Illustrated Times: esbozaba con su lápiz el rostro de los criminales y escenas de los juicios penales. Doyle visitó con quice años el Museo de Figuras de Cera de Madame Tussaud, donde vio las figuras dedicadas a los resurreccionistas y asesinos Burke y Hare y la del envenenador escocés Edward Pritchard. Y, junto a una guillotina real, el cuchillo con el que un tal James Greenacre descuartizó el cadáver de una mujer.
Tras practicar la medicina en varios pueblos y ser el médico de a bordo de un ballenero, en 1886 publica su primera novela de Sherlock Holmes, ESTUDIO EN ESCARLATA. La buena acogida de la novela lo animó a escribir la segunda con los mismos protagonistas, EL SIGNO DE LOS CUATRO. Para 1891 su detective era conocido en todos los hogares británicos.
Algunos dicen que tanto el doctor Watson, un médico con experiencia militar, como Holmes, con su pipa, su amor por la meditación, y su defensa de las víctimas de la injusticia, son dos caras del mismo personaje real: el propio Conan Doyle.
A raíz del éxito de las novelas protagonizadas por Sherlock Holmes la gente empezó a creerlo un personaje real y a enviarle cartas en demanda de ayuda. Los carteros se las reenviaban a Doyle. Al principio, Doyle se negó a intervenir, pero en 1901, tras un viaje a Sudáfica, decidió involucrarse en varias investigaciones.
Una de ellas tuvo lugar en 1903, cuando se acusó a George Edalji, de origén hindú, del evisceramiento de varios caballos, entre ellos un valioso purasangre. La policía había recibido cartas de un desequilibrado peligroso: "En noviembre, Wyrley vivirá tiempos de regocijo cuando comiencen con las chavalas, porque piensan cargarse veinte mozas igual que los caballos de antes del mes de marzo"
Los lugareños señalaron a Edalji por el color de su piel, por su temperamento mervioso y porque no miraba a nadie a los ojos. Cuando la policía registró su casa encontraron ropas manchadas de sangre, dos navajas de afeitar con manchas oscuras y húmedas. Los magistrados le condenaron a siete años de trabajos forzados. Y eso que durante la prisión preventiva anterior al juicio, apareció otro caballo eviscerado.
Arthur Conan Doyle comenzó a investigar. Descubrió que la familia Edalji había sido acosada por los lugareños desde su llegada: facturas cargadas incorrectamente a su nombre, pintadas amenazantes en la casa familiar, lanzamiento de basura por la tapia del jardín, acusaciones infundadas...
La policía también silenció el hecho de que Edalji era miope, por lo que dificilmente podría orientarse en medio de la noche y menos en un establo a oscuras sin hacer ruido y exponerse a recibir una coz. Lo comentó al magistrado de Wyrley cuando vió al muchacho leer el periódico acercándose demasiado el papel a los ojos.
Conan Doyle comenzó una campaña en los periódicos para exonerar de culpa a George Edalji, pero no logró que la Policía lo indemnizara por los daños a la reputación. También encontró a los culpables mediante un estudio grafológico. Eran tres hermanos. Uno de ellos era carnicero y estaba obsesionado con los caballos. La Policía rehusó detenerles y interrogarlos. Lo bueno es que se formó un revuelo tal en Wyrley que la matanza de caballos cesó para siempre.
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