Nacidas para la guerra y como objetos de lujo, son testionio de un cambio de época, del poder de los Austrias y de los ideales que movían a sus propietarios.
En una ocasión el Guggemheim de Bilbao trajo una serie de cuadros de Rubens, un pintor y diplomático que vivió durante el reinado de Felipe IV. En una de las salas se exhibía una armadura que perteneció a su bisabelo, el emperador Carlos V. Transitía una sensación de poder, de prestigio, de que debías callarte porque el espíritu de su propietario podía molestarse o simplemente interpelarte.
Cada armadura de este periodo es una joya. En el siglo XV las armaduras se quedan obsoletas ante el poder de la pólvora y se convierten en piezas decorativas de acero, oro, plata, latón y cuero. Las diseñaba un maestro armero pero se esmeraban en cada detalle los bruñidores, grabadores, damasquinadores, talabarteros, etc... Algunas de las decoraciones incluían motivos heráldicos, religiosos o decorativos. En 1683, durante el asedio de Viena, los jinetes polacos lucharon contra los turcos con unas armaduras repujadas que incluían motivos religiosos como imágenes de la Virgen. Fueron los últimos jinetes acorazados de Europa.
A principios del siglo XVI el noble deja de ser él mismo el que comanda a las tropas en combate. El jinete acorazado ya no tiene nada que hacer contra la infantería, y los códigos de la guerra medieval quedan obsoletos. Las armaduras de prueba soportan el impacto de una bala y las de media prueba son las que soportan el impeto de una flecha.
También pasan a ser un símbolo de status, de unión con un pasado heroíco en que el aristócrata ea fundamentalmente guerrero. Durante el Renacimiento convivían todavía conceptos como el amor cortés y los códigos caballerescos con las nuevas ideas igualatorias del siglo XV.
Carlos V, emperador de Alemania y rey de España, es el ejemplo perfecto de este nuevo hombre. Sus referentes de gobierno son el Imperio Romano, igual que para un aristócrata de una Cancillería medieval y su corte, como las medievales, es itinerante. Es también un erudito que distingue entre las armaduras decorativas, las de justas, las de combate cuerpo a cuerpo a pie y las de guerra. Es el último monarca español que se deja ver en un campo de batalla vestido con una armadura.
Sus posesiones territoriales están en Italia y el sur de Alemania, donde hay ricas vetas de metal y gremios prestigiosos de armeros. Las mejores armaduras son destinadas a la corte de Carlos V.
Felipe II, en cambio, ya no es un rey guerrero. Es más bien un funcionario, un lector de legajos. Pero comprende el poder de las armaduras, que él mismo se vio forzado a llevar cuando era un príncipe. No dispersa la colección de armas de su padre, sino que ordena la construcción de una armería en Madrid y hace llevar allí los trofeos de Lepanto tras el fallecimiento en Flandes de su hermanastro Juan de Austria. Encarga nuevas piezas para sus hijos...
Los Austrias Menores se siguen retratando con armadura, a pesar de que los avances armamentísticos las van haciendo ineficaces, y que ninguna Cancillería va a permitir que un rey muera en un campo de batalla. Cuando Gustavo Vasa de Suecia muere en la Guerra de los Treinta Años usa el mismo peto que sus soldados. Es la excepción que confirma la regla.
Pero el valor propagandístico de las armaduras no ha desaparecido. Si un embajador o un cortesano extranjero visita el Alcázar de Madrid se encuentra con retratos de hombres con armaduras o con cuadros de vistorias militares. El mensaje es claro: no nos declares la guerra porque somos así de grandes e implacables.
Carlos II muere en 1700 sin descendencia. Felipe V, el primer rey español borbónico se ha criado entre cuadros de nobles con armadura, así que se retrata de la misma guisa. El mensaje es claro. Nada va a cambiar. Castilla fue grande con la Casa de Austria y será grande con la dinastía de los Borbones. Carlos III, un rey ilustrado será el último monarca español que se haga retratar con una armadura.
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