Imagínese si el presidente español Pedro Sanchez o el de los Estados Unidos, Donald Trump, se tuvieran que arrodillar ante una muchacha en plena pubertad, tal y como hace el presidente de Nepal.
En su nuevo libro LAS DIOSAS VIVIENTES, la autora Isabella Tree nos lleva al mundo de las Kumari; chicas jovencitas que el pueblo de Nepal adora y a las que les reza.
Tú vista a una Diosa Viviente cuando era joven y vivías en Katmandú con tu futuro marido. Háblanos de ese momento.
Estábamos dos amigos, mi marido Charlie y yo. Tenía 18 años.
Alquilamos un piso en lo que se conoció como Freak Street por un verano, intentando abrazar los rescoldos de la era hippie. Lo que no sabíamos es que a unas escasas yardas de nuestro hogar provisional se hallaba el templo de una de estas Diosas Vivientes.
Un día, al poco de llegar, vimos a una mujer con una bandeja de ofrendas dirigirse al complejo de templos cercanos. Una muchacha vestida de rojo muy maquillada con pinturas faciales de ese color estaba mirando con curiosidad desde una ventana. Nos vio y volvió a dentro. Era una época en que todavía no podían salir al extranjero después de cumplir su servicio ni ser fotografiadas.
Parece algo muy serio como para que una chica que aún no menstrue tenga ese protagonismo, ¿no?
Puede serlo desde el punto de vista occidental. Una niña encerrada en palacio, cuyos pies no pueden tocar el suelo, y que solo sale a la calle con motivo de festividades religiosas, unos trece días al año. ¿Es un abuso contra la infancia? En realidad esas niñas asumen que es un gran honor, arte de su karma, de su destino, ser Diosas Vivientes. Es como los muchachos que son apartados de sus infancias por ser reencarnaciones de divinidades budistas. El Dalai Lama tuvo ese género de infancia y no es un hombre atormentado.
Creo que incluso has tomado parte en rituales relacionados con las Kumaris.
Bueno; desde tiempos recientes podemos tomar fotografñias o asistir a algunos de los festivales en los que ellas están presentes. Pero todavía no podemos pedirles audiencia o fotografiarlas en sus casas o dentro de los templos.
Pero un día fui invitada a asistir, tomar parte y fotografías en una ceremonia para mujeres y niñas de la etnia Newar por los tutores de una Diosa Viviente. Se ofrecieron ofrendas y mis hijas y yo nos postramos a los pies de la Kumari. Fue toda una experiencia.
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