El New Deal.

En 1933, el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Rooselvelt enderezó la economía en crisis de su país con na receta económica y de politicas sociales conocida como el Nuevo Pacto. La idea era reactivar el consumo y la inversión y reordenar el sistema financiero y productivo de los Estados Unidos, para frenar los efectos de la Gran Depresión, producida tras el colapso de la burbuja financiera de la Bolsa de Nueva York de 1929.

Rooselvelt había leído que Keynes invitaba a los Gobiernos a intervenir activamente en la regulación de la economía, aunque eso significase incrementar la deuda pública. Rooselvelt incrementó el gasto público.

Se devaluó el dólar para favorecer las exportaciones y se respaldó con el patrón oro, se aplicó un mayor control sobre la banca con la nueva obligación de asegurar los depósitos, se incentivo a los campesinos que conservaban sus tierras a cultivar menos superficie para reducir los excedentes de alimentos, y se crearon instituciones intervencionistas que facilitaron un mejor control del libre mercado.

Se legisló para que los trabajadores del sector privado se sindicasen, lo que facilitó la firma de convenios colectivos. La jornada laboral pasó a ser de 40 horas, y se prohibió el trabajo infantil. El New Deal protegía a los desempleados, los ancianos y a los discapacitados.

Pese a paliar la Gran Depresión, en 1937 todavía había 7 millones de desempleados. Fue la entrada del país en la Segunda Guerra Mundial y la producción en serie de bienes de guerra lo que redujo definitivamente el paro.

Se crearon compañías estatales para gestionar las obras públicas como la Tennesee Valley Authority, encargada de construir presas y gestionarlas y que dio empleo a 4 millones de personas. Pero las mayores inversiones fueron en industria armamentística en previsión de una salida de Estados Unidos del aislacionismo y su entrada en una guerra mundial.