Imagina que las cosas se tuercen sobremanera y la maor parte de los habitantes de la Unión Europea tuviera que hacer frente a un cambio de domicilio internacional traumático pero necesario para sobrevivir. Supondría 250 millones de desplazamientos. Pues bien; esto a gran escala es lo que está pasando a novel global. Los expertos de la ONU estiman que en 2017, 258 millones de personas eran inmigrantes internacionales. En 2000 eran 173 millones; a principios de esta década, eran 220 millones.
Anque la mayoría de estas personas buscan trabajo estable y una mejor educación para sus hijos, durante el año 2018, 70,8 millones de personas se vieron desplazadas por la persecución étnica o religiosa, la violencia y las violaciones de los derechos humanos. Los refugiados de guerra proceden de cinco países diferentes. la República Árabe Siria (6,7 millones); Afganistán (2,7 millones); Sudán del Sur (2,3 millones); Birmania (1,1 millones); y Somalia (0,9 millones).
El caso de Siria suscitó un fuerte rechazo entre sociedades tan avanzadas como Alemania por la posibilidad o no de asumir un mayor reparto del PIB o la duda de si se asimilaría a los recién llegados. Si un país de 20 millones de personas organiza tal división entre los residentes antiguos de la Unión Europea, nadie quiere imaginarse la que se organizaría si los habitantes de un país de 50 millones de personas como Egipto decidieran emigrar.
La mayoría de estas situaciones son consecuencia de una tormenta perfecta en el caldo de cultivo económico y demográfico. Se trata de familias numerosas que buscan su seguridad en redes de apoyo en familias numerosas. Cuando los adolescentes- y a veces niños- entran en la edad laboral se encuentran que no hay tierras ni empleo para todos. Los Gobiernos carecen de los medios para hacer frente al problema.
A veces se trata de países que no producen los alimentos suficientes para todos los que tienen que cultivarlos, de régimenes climatológicos malsanos, de enfermedades endémicas como la malaria o los ocasionales brotes del Ébola, queno permiten el desarrollo más allá de cierto punto y espantan las inversiones de divisas. El cambio climático, por ejemplo, provocará que buena parte de Bangladesh desaparezca y estas olas de refugiados sin un país al que ser devueltos susciten el rechazo de los hindúes, de los que se Bangladesh se escindió durante la segunda mital del siglo XX.
De todas maneras, sean las que sean las recetas por las que opten los países desarrollados, debo recordad que las sociedades homogéneas no son saludables y que a veces la salvación está en el mestizaje, digan lo que digan ciertos políticos populistas. Lo demás son nefastas utopías.
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