sábado, 21 de diciembre de 2019

La batalla de Isandhlwana.


El campamento Simunye Lodge, en el valle del río Mfule, es un loable intento de recreación histórica. A un lado del río vemos un poblado de guerreros zulús del siglo XVIII, y al otro lado del río un asentamiento de colonos boer. No dipone de agua corriente ni de electricidad. El equipaje de los turistas llega en una carreta tirada por bueyes.

En 2000 elescritor Peter Godwin visitó este lugar para escuchar los relatos de guerra contra los británicos con el principe Biyela. El anciano se cubría con una piel de leopardo cuyo rabo le hacía las veces de cortaba y sus manos utilizaban un garrote a modo de cayado para sostenerse.

Todos los zulúes del poblado saludan con las alabanzas protocolarias al anciano. "Eres el elefante que pisa la tierra. Alteza, nos inclinaremos ante el que barrita". Estas alabanzas hacen referencia a los años juveniles del anciano como general del regimiento Podo Ndlovu ( Colmillos de Elefante).

Biyela cuenta que su abuelo, Mkhosana (el Príncipe) pertenecio al Regimiento Mamba Negra, que en 1879 derrotó a los britanicos en la batalla de Isandhlwana. Gran Bretaña decidió desde los campamentos militares de Natal que ya era hora de que Cetewayo se considerara vasallo de los europeos. Así que envió a uno de sus peores militares, Lord Chelmsford, a destruir a los guerreros zulúes.

"Nosotros, los zulúes, salimos al encuentro de los hombres, hombres de verdad de la gran reina blanca, la reina de Inglaterra- dice el príncipe-. Y según la tradición oral Cetewayo dijo: "No cruzaréis el río Buffalo cuando queráis". Y la reina respondió: "Claro que lo haré. Y voy a matar a tus guerreros con metralla entre otras cosas" Y Cetewayo respondió. "Mis guerreros son tan numerosos como los pelos sobre el lomo de un buey. Lucharán todo el día porque no necesitan hacer una pausa para tomar el té".

Una patrulla de casacas rojas británicos subió una ladera. E informaron que allá abajo se veía a 25.000 guerreros sentados sobre sus escudos. Era la fuerza militar más grande vista en el áfrica subsahariana.

Lord Chelmsford era estúpido y lo demostró una vez más cuando dividió sus fuerzas, que contaban con uchos voluntarios zulúes, y las dispersó para localizar el campamento zulú. Los 1800 casacas rojas que se quedaron vieron como los 25.000 hombres avanzaban hacia ellos cantando himnos de guerra y golpeando la azagaya de guerra contra su escudo. Miles de mujeres zulúes habían seguido a sus hombres y ahora ululaban con un lamento agudo y estremecedor que llenaba el aire.

La batalla se generalizó. Los guerreros esquivaron las balas para propiciar el cuerpo a cuerpo, en el que los británicos eran inferiores. "Un regimiento muy joven, el de los Elefantes con Rostro Blanco, que se enfrentaban a las balas por primera vez, se encontró bajo un fulminante fuego de rifle que provocó numerosas bajas. Su coraje empezó a desfallecer y muchos de ellos se tendieron boca abajo sobre la sabana".

Al anochecer el regimiento de los Elefantes con el Rostro Blaco había sufrido tantas bajas que era tan pequeño como el riñón de un gorrión. Un regimiento de reserva, compuesto por adolescentes que no estaba previsto que entrase en combate les dijo a sus oficiales: "Cuando vemos morir a nuestros hermanos nos sentomos como una vaca que necesita que la ordeñen". El jefe tribal les recordó que estaban en reserva y que sufrirían severos castigos si desobedecían. "No habrá necesidad de castigo, porque moriremos como nuestros hermanos, en el campo de batalla": Y así sucedió. Lllegaron a arrancar de las manos en la lucha cuerpo a cuerpo los fusiles de las manos de los casacas rojas británicos agarrandolos por el cañón.

En las dos horas que diró la batalla se produjeron 1.300 bajas en el bando británico. Cuando se constató la victoria, las mujeres lanzaron su grito especial, que llegó hasta Ulundi, la capital, a 75 kilómetros de distancia del campo de batalla.

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