Para que una niña romana fuera nombrada vestal, la única rama femenina del sacerdocio, tenía que ser seleccionada entre los 6 y los 10 años por el Pontifex Maximus (Sumo Sacerdote). La competencia entre las familias patrcias eran enorme y la presión sobre las niñas, infernal. Tras un duro proceso de descarte, solo quedarían cuatro aspirantes. El Pontifex Maximus ponía los nombres de las niñas en cuatro tablillas de cera, y procedía a sacar una al azar. Se suponía que era la decisión de la diosa Vesta.
A partir de ese momento la niña abandonaba a su familia por un espacio de treinta años y lo primero que hacían las vestales más veteranas era raparles el pelo. Los mechones eran atados a un arbol. A partir de ese momento la chica debía tener el pelo cubierto por un velo y una vitta, que podían ser de color blanco o púrpura. El pelo debía ser recogido en seis trenzas. Las vestales debían llevar una toca larga hasta los hombros, así como un sencillo manto (palla) y un broche (suffibulum) con el que sujetarselo sobre el hombro izquierdo. El mismo día del ritual de acogida recibían de manos de la Virgo Máxima un candil de aceite, con el que mantener vivo el fuego de Vesta, la principal de sus obligaciones.
Durante los diez promeros años, la novicia aprendía a leer, a escribir, teología sobre el panteón de los dioses grecorromanos, cómo debían oficiarse los ritos, de qué manera debían comprtarse delante de los ciudadanos romanos... Esta etapa terminaba a medida que las veteranas terminaban sus años de servicio y se retiraban a la vida pública. Las nuevas debían sustituirlas.
Tenían expresamente prohíbido mantener relaciones sexuales y la perdida de la virginidad de una vestal se entendía como que la mujer había desafiado a la diosa. Las culpables - muy escasas en todo la etapa del Imperio- eran desnudadas, metidas con las manos atadas dentro de una mortaja y paseadas en una litera descubierta por el Foro para que los ciudadanos romanos conocieran el terrible sacrilegio. En el Campus Sceleratus ( el campo de los desalmados), el Pontifex Maximus alzaba los brazos, rezaba una oración secreta y levantaba una lápia que hacía las veces de trampilla. La culpable era abandonada allí dentro para que el hambre y la sed la mataran.
La vestal Tuccia fua acusada de yacer con un hombre. Ella argumentó ante un tribunal y alte la Virgo Máxima que tal no había pasado. Cogio un cedazo, lo llenó de agua, y se lo levó al Templo, tras implorar sus dones a la disa Vesta. Así, por lo menos, lo cuenta Plinio el Viejo
Una vez terminada su etapa de servicio al Estado una vestal podía casarse como si fuera una mujer normal. Aunque tras degustar la libertad y unpapel público eran muy pocas las que tenían ganas de ponerse bajo el escritinio de un pater familias, con todo lo que ello conllevaba.
"Las vestales tenían derecho a un lictor, podían prestar testimonio ante la justicia, escapan a la tutela de un familiar masculino. Podían disponer libremente de sus bienes y redactar testamento", explica George Duby y Michelle Perrot, en HISTORIA DE LAS MUJERES.
Los documentos importantes, como los testamentos de Julio César y Marco Antonio fueron guardados por las vestales. Podían conmutar la pena de muerte de un reo si se cruzaban con su séquito casualmente. Con sus oraciones podían evitar que los esclavos se fugasen. Violar - e incluso tocar de una manera inadecuada- a una vestal acarreaba la muerte del agresor y de la ofendida. A la vestal ultrajada se la enterraba viva porque ningún mortal podía poner fin a su vida.
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