Existía durante el Renacimiento una tradición de mujeres cultas en las Cortes. Se las llamaba puellae doctae, las muchachas sabias, y se las reclutaba como ayudas de cámara, más bien escogidas para dar consejos a los monarcas así como para colmar sus aspiraciones intelectuales.
Estudiosas como Lucía de Medrano o Juana de Contreras florecieron durante un breve tiempo de esplendor antes de que la Contrareforma cortase sus alas; y abrieron el camino a otras, como Olivia de Sabuco o las hermanas Sigea; e incluso influyeron en místicas como la monja carmelita Teresa de Jesús, que en su infancia devoraba novelas de caballería y vidas de santos.
Beatriz Galindo, aficionada al estudio de las obras de Aristóteles, estaba destinada a una vida de contemplación como monja cuando Isabel la Católica la escogió como preceptora de sus hijas y de ella misma. Las princesas de la Casa de Trastámara necesitaban saber desenvolverse en latín si querían manejar los resortes de la Administración algún día. Beatriz de Galindo podía enseñar gramática latina y todas las disciplinas de la enseñanza superior del siglo XV, menos retórica. Esta asignatura estaba monopolizada por los hombres, y no admitían alumnas entre sus discípulas.
De esta relación derivó una gran amistad entre Beatriz e Isabel la Católica, puesto que la salmantina era una de sus consejeras más humildes y prudentes. La reina Isabel la dotó generosamente con 500.000 maravedíes cuando Beatriz Galindo decidió contraer nupcias en 1491 con uno de los capitales de artillería y consejero real, Francisco Ramírez de Madrid; tuvo dos hijos, y cuando abandonó definitivamente la Corte en 1501, tras enviudar, se dedicó a las obras de caridad en Madrid, donde fundó dos conventos, el de la Concepción Francisca y el de la Concepción Jerónima, y un hospital. Murió en 1535.
Podría decirse que la cercanía con la reina de Castilla despertó envidias pero no sería cierto. Los madrileños la recuerdan dándole nombre a un barrio, una estación de Metro y un teatro llamados La Latina.
PARA LEER:
PIONERAS. MUJERES QUE ABRIERON CAMINO (Anaya, 2019)
Espido Freire.
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