La parejita en cuestión tenía 12 y 13 años, respectivamente. Vivían en Grosetto, un pueblo de la Toscana, y sus padres no estaban muy de acuerdo con la relación por cuestiones que solo competen a o los adultos de estas familias.
Con las pagas ahorradas la pareja compró un billete de tren a Venecia y dedicaron el primer día a pasearse por las callejuelas empedradas y los puentes. Los descubrieron a la hora de intentar hospedarse en el hotel Zechini. El muchacho contó que eran hermanos y que una tía suya vendría a acompañarlos pero no engañaron a la recepcionista. Esta llamó a los carabinieri.
Estos llevaron a los dos adolescentes a recorrer la ciudad en su barco patrulla y luego los depositaron en la comisaría del distrito, instalada en un antiguo convento. Durmieron en haitaciones separadas. Al día siguiente, les sirvieron una comida en una mesa con mantel y servilletas de lino en una sala con vistas a un claustro del siglo XV.
Los padres, poco entusiasmados por la historia de amor de sus hijos, se presentaron en Venecia y se llevaron a los hijos a Grosetto. Sin paga semanal y con la expresa prohibición de verse. El amor triunfa pero la realidad se impone. Feliz cuarentena a todos.
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