martes, 21 de abril de 2020

Inés Arrimadas se defiende de un ataque en las redes sociales.

No nos gustan los políticos. No lo vamos a negar. Nos tomamos como algo personal lo que dicen en los medios, ignorantes de que la vida de estos personajes públicos no gira en torno a nosotros. Entre otras cosas, porque no siquiera nos conocen.

Esto sucedió durante el otoño de 2017.

"Se que me van a llover críticas por todos lados, que lo que voy a decir puede sonar machista y todo lo que se quiera, pero escuchando en el debate de Telecinco a Inés Arrimadas, solo puedo desearle que cuando salga esta noche es que la violen en grupo, porque no merece otra cosa semejante perra asquerosa"

Rosa María Miras Puigpinós.

La contestación de la parlamentaria de Ciudadanos, un grupo de derecha centro de Cataluña, no se hizo esperar.

"He aquí una muestra de odio. Voy a denunciar a esta señora no solo por lo que me dice a mí sino por todas las mujeres que han sido violadas."

Vale. Nos ponemos delante de nuestros teclados y creemos que estamos en la tertulia de sobremesa en el bar, que lo que decimos no va a tener más repercusión que unos comentarios que en unas horas estarán olvidados. Lo malo de insultar y amenazar a personajes públicos en Internet es que ellos se enteran. Son muy sensibles para las opiniones ajenas, y sobre todo son más duros que nosotros. Y lo peor de todo, si eres un internauta faltón, es que se pueden gastar en abogados más dinero que tú. La política nunca es un asunto personal, pero si tú les faltas el respeto, los amenazas en Twitter o Facebook, la respuesta sí será personal y visceral. Y no te gustará haber iniciado todo el asunto.

Hay precedentes. En 2014 un usuario de Internet escribió en una red social que le gustaría poner una bomba en el coche de Carles Puigdemont, un polémico político independentista catalán. El resultado es que Puigdemont se limitó a decir en todas las redes que consideraba al tipo un cobarde. El tipo pidió disculpas en todos los foros que frecuentaba. Puigdemont alabó su valentía por dar la cara y zanjó el asunto.

En cuanto a Rose María Miras, su mensaje tuvo 7000 seguidores en las redes, y muchos de estos seguidores eran mujeres de todos los espectros políticos que exigieron a la empresa de publicidad en la que estaba contratada, Tinsa S.A., que la despidiera. La empresa los complació cuatro horas después.

Así que ya lo saben. Internet no es la casa del cuñado durante la sobremesa y el ordenador no es nuestro amigo. Cuidado con lo que teclean.

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