lunes, 11 de mayo de 2020

Óscar Wilde.

Lo condenaron y humillaron por conducta indecente. Salió de la cárcel de Reading envejecido. ¿La prisión consumió el talento del este dramaturgo genial, poeta laureado y adalid de la supremacía del arte? Cuando se cumplen 120 años de su muerte, XL SEMANAL se lo pregunta a varios expertos. Y esto es lo que cuentan.

Las manos fláccidas, la piel ajada y enrojecida, los ojos tristes. Ese es el aspecto que tenúia el escritor Oscar Wilde tras dos años de trabajos forzados en la cárcel de Reading. Allí realizó trabajos inútiles como cargar pesos de aquí para allá o destrenzar maromas por haber "cometido actos de grosera indecencia con otros varones". Por ser bisexual.

Lo primero que hizo Wilde tras esta experiencia es abandonar Inglaterra para siempre y cambiarla por Francia. También cambio de nombre y ahora respondía al de Sebastian Melmoth. Solo publico LA BALADA DE LA CÁRCEL DE READING, una poesia amarga acerca de su experiencia carcelaria.

"Al final de su vida, olvidado, arrinconado, Oscar Wilde asumió el papel de marginado porque él era uno de ellos", explica el escritor Luís Antonio de Villena. Y, sin embargo, Wilde escribe en una carta a su amigo Albert Ross en 1897: "Me han tratado brutalmente, pero no me han cambiado, simplemente me han destruído, así que están furiosos (...) Escribiré mañana, !aunque ya no puedo permitirme los sellos!"

Tampoco tenía dinero para comer. Sableaba a sus amigos, contrajo una deuda importante en el hostal de Montmartre donde se alojaba, y unos gamberros parisinos le robaban todos los días su bastón de ébano con incriustaciones de plata para devolverlo al hotel, y poder darse el gustazo de robárselo al día siguiente. "En Reading, Óscar Wilde aprendió, sin duda, a tener miedo", escribe Javier Marías en su libro VIDAS ESCRITAS.

Hay otra versión que asegura que aunque casi era un indigente, Wilde mantuvo su ingenio ácido y lo demostraba en citas sobre los Estados Unidos como "California es como Italia pero sin arte" o "Estados Unidos es el único país que ha pasado de la barbarie a la decadencia sin civilización de por medio".

Oscar Wilde, ensayista, dranmaturgo y esteta, ya desctacaba por su narrativa hipnotizadora en los cenáculos universitarios de Oxford, alrededor de una estufa en Stone Hall. Su habitación estaba decoradas con plumas de avestruz, vajilla con motivos eróticos y lilas. Imposible no llamar la atención.

Se paseaba por el campos con andares lánguidos, lucía melena y vestís calzones versallescos. Era un dandy que sacaba las mejores calificaciones en filología clásica e inglesa.

Como dramaturgo es el autor de obras como SALOMÉ, LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ERNESTO, UN MARIDO IDEAL, EL ABANICO DE LADY WINDERMERE, etc. También es el autor de cuentos infantiles como EL PRÍNCIPE FELIZ, o EL RUISEÑOR Y LA ROSA. Como novelista es el autor de EL RETRATO DE DORYAN GREY, donde reflexiona sobre la belleza y la decadencia.

Wilde tuvo su Doryan Grey en la figura de Lord Alfred Douglas, rico, culto, hijo del marqués de Queensberry, el que reglamentó el boxeo moderno. Queensberry se entrevistó con Oscar Wilde para que terminase la relación con su hijo. Wilde debió subestimar su poder de persuasión porque aunque le cayó bien al marqués al principio, pronto supo que el aristócrata estaba diciendo entre sus cÍrculos que era un degenerado y un sodomita. Wilde lo demandó y perdió dos juicios consecutivos donde se aireó su bisexualidad, puesto que estaba casado con Constance Lloyd, y tenía dos hijos. 

Tras la condena Constance cambió su apellido y el de sus hijos y prohibíó a sus padre verlos. La esposa pasaba a Wilde una pensión que interrumpió cuando supo que Wilde no había roto su contacto con Lord Alfred Douglas.

Los amantes se reencontraron cerca de Nápoles en 1897. "Lord Alfred Douglas no se portó mal al principio pues hizo circular por los despachos oficiales una petición de indulto, que algunos escritores, como Henry James, se negaron a firmar" cuenta De Villena. Pero, cuando tras la muerte de Wilde, se publicó DE PROFUNDIS, una carta escrita a él desde la cárcel de Reading llena de dolor y amargura, cambió su actitud hacia Wilde y se dedicó a propagar toda clase de mentiras sobre el que había sido su amante. "Tuvo el castigo de morir muy tarde, en 1945, a los 75 años. Murió obsesionado con Oscar Wilde", esplide De Villena.

Wilde, en sus últimos años en Francia, se acostaba con los chaperos de los barrios bajos. Contrajo una infección de oído, que fue a la postre la que lo mató. Su último día pidió a la gerencia del hotel donde debía una pequeña fortuna una botella de champán: "Quiero morir por encima de mis posibilidades", declaró. Ya muerto, fue fotografiado por Maurice Gilbert, un chapero amigo suyo, uno de los pocos que acudieron a su entierro en París, pagado por Lord Alfred Douglas.

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