Este era el castigo que imponían los generales romanos a los legionarios que huían del combate o, con su irresponsable conducta, ponían en peligro a sus compañeros. Era tan salvaje que fue usado sólo en contadas ocasiones.
Los desertores eran castigados con toda urgencia. Si los legionarios culpables de una falta eran demasiados, se les separaba en grupos de diez, luego se les entregaba una bolsa con piedras blancas o negras. El que escogía el color que determinaba el castigo era apaleado hasta la muerte por sus compañeros. Quienes se negaban a aplicar el castigo eran ejecutados.
Los nueve supervivientes eran obligados a dormir fuera de las protectoras empalizadas del campamento y se les cambiaba el rancho, entregándoles trigo para que hiciesen tortas durante unos días.
Las crónicas dicen que la decimatio fue el castigo escogido para castigas a los legionarios que huyeron ante tropas de menor calidad como el ejército de esclavos liderados por Espartaco (73-72 a de C). Pagaron justos por pecadores, porque Craso no se limitó a diezmar a los que habían huido del ejército de gladiadores o se habían dormido durante las guardias, sino que castigó a todo su ejército privado.
Los restos de los cobardes eran dejados allá donde caían muerto y se prohibía a los supervivientes o compañeros no implicados llorar su muerte o nombrarles con añoranza. Este castigo se dejó de aplicar en el Bajo Imperio Romano porque no contribuía a mejorar la moral de las tropas romanas. En tiempos del emperador Octavio Augusto vuelve a aplicarse este castigo en el contexto de la guerra contra los dálmatas en el año 34 a de C. Luego ya no volvió a usarse más.
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