martes, 8 de diciembre de 2015

Erwin Rommel, el zorro del desierto.

Rommel fue un general nazi afortunado, y eso que tuvo que tomarse una píldora de cianuro por orden de Hitler. Para empezar, sus campañas siempre tuvieron lugar en zonas de operaciones donde los Sonderkomanndos no estaban ejecutando judíos. Perdió la batalla de El Alamein contra las ratas del desierto de Bernard  Montgomery, por lo que no ocupó Egipto, y mucho menos sus Panzers circularon por Palestina, lo que hubiera dado al traste con los proyectos de los sionistas y el estado de Israel.
La biografía sobre Rommel del historiador británico David Irving publicó en 1977 presenta a Rommel como un zoquete político que hasta el final mantuvo la esperanza vana de que su Führer buscaría una salida diplomática a la Segunda Guerra Mundial. La producción alemana ROMMEL, basada en la correspondencia del Zorro del Desierto a su esposa, lo han vuelto a poner de moda en Alemania.
Rommel tiene 45 años cuando Hitler le presta atención por primera vez. Es un héroe de la Primera Guerra Mundial, pero en el periodo de entreguerras, no hay muchas posibilidades de promoción.
En septiembre de 1936, Rommel ha sido destinado a Nüremberg al servicio del nuevo canciller. Recibe el encargo de organizar la comitiva que hará una visita de inspección. Solo seis coches podrán acompañar al del Führer. Ni uno más.. Rommel no duda en plantar una tanqueta en mitad de la carretera cuando muchos invitados a la última recepcion deciden unirse al grupo de Hitler. Esa misma noche el resolutivo teniente coronel es felicitado.
A partir de ese momento Rommel participa en las cenas y reuniones de Hitler donde se charla sobre todo de estrategia y táctica militar. El Zorro del Desierto era leal al réginen nacionalsocialista, pero jamás un nazi. En una conversación decía que se echaba de menos la presencia de un judío como galeuter (jefe regional del Partido). Hitler dejo de sonreir y dijo: "No ha entendido nada de lo que persigo, Erwin".
Será en el norte de África, al mando de los 25.000 hombres del 7º Ejército, donde se forje su leyenda. Goebbles necesita un héroe puro para su propaganda en un escenario exótico. Y es Rommel, el genio de la guerra acorazada, capaz de avanzar 300 kilómetros en un día con sus Panzers, el que se lo proporciona. Hace retroceder a los británicos hasta Tobruk, en lo que inicialmente se planeó como una misión de apoyo a las tropas italianas de Mussolini en Libia y Cirenaica. El desembarco de 20.000 marines norteamericanos en su retaguardia sella el fracaso de la campaña.
Pero Rommel vuelve a tener suerte y ya no está en el norte de África, sino en una cura de reposo por sus problemas estomacales en Alemania.
Hitler le concede una nueva misión. Esta vez debe organizar las líneas de defensa en Europa Occidental en previsión de que los aliados, coordinados tras la conferencia de Teherán de 1943, organicen un segundo frente. Rommel organiza el Muro Atlántico, una red de campos minados y trampas para vehículos acorazados en las playas francesas.
Pero los oficiales que dirigen las operaciones están conspirando contra Hitler. Una bomba estalla en la Cancillería, traída hasta allí por el coronel Sttauffemberg, un veterano del norte de África. Los conjurados juegan mal sus cartas y el complot es desmantelado. Han temido derramar sangre. En los interrogatorios de la Gestapo involucran a Rommel, del que se discute actualmente si tenía conocimiento del complot o si participó.
El 6 de junio de 1944 está en Berlín celebrando el cumpleaños de su esposa Lucie. Vuelve al frente y allí su coche oficial es atacado por dos cazas británicos. Caen está en manos de los alemanes pero el cielo sobre Normandía es de los aliados.
Es durante la convalecencia que los informes sobre la implicación de Rommel en el complot del grupo de Olbritch llegan a Hitler, que monta en cólera. No puede permitirse un juicio farsa y desmontar la labor de su gabinete de propaganda así que manda la orden. Rommel debe suicidarse o la familia sufrirá las consecuencias.
Dos amigos llevan en coche al Zorro del Desierto hasta un bosque apartado y él se enjuga las lágrimas y se toma la pastilla de cianuro. "El mariscal de campo Erwin Rommel ha fallecido inesperadamente tras haber sdo herido de gravedad", anuncia la radio en Alemania. "Causa de la muerte: Infarto a consecuencia de un accidente de servicio en el Frente Occidental".

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