El ministro de Hacienda Juan Negrín fue el que tomó la decisión de enviar las reservas de oro del Banco Central de España a la Unión Soviética para sufragar el material bélico que Stalin estaba dispuesto a vender a la República.
"La idea de situar fondos en Rusia fue mía, exclusivamente mía, sin que hubiera existido previamente presión, requerimiento, sugestión o indicación por parte de nadie, ni muchio menos de los rusos", declara Negrín.
El 12 de septiembre de 1936, el Gobierno legítimo de España, presidido por Largo Caballero, decide seguir los consejos del doctor Negrín y sacar de Madrid las reservas de oro, unas 510 toneladas, y trasladarlas a la base naval de Cartagena para evitar que se apoderasen de ellas los militares fascistas. Con esos fondos, le República intentó comprar armas a los estadounidenses, a Francia y a Inglaterra.
Sin embargo, fue Inglaterra, temerosa de una escalada bélica con los nazis, la que puso en marcha un Comité de No Intervención para frenar la llegada de material armamentístico y hombres a España. El problema es que este Comité solo se inhibió de su participación en el conflicto pero no hizo nada para limitar la intervención de italianos, alemanes y soviéticos, que probaron contra los milicianos republicanos y la población civil tácticas y armas propias.
Negrín pensaba - y con razón- que frenar al general Franco y su camarilla de genetrales sublevados era defender Europa del avance del fascismo. Pero Francia y Gran Bretaña estaban sumidos en una política de apaciguamiento del ogro totalitarista, de mirar hacia otro lado y rezar para que la situación geopolítica mejorase, y abandonaron a su suerte España y Checoslovaquia. Además creían - con razón, pero no toda la razón- que los nazis eran la solución al avance del otro totalitarismo de la época: el stalinismo de la Unión Soviética.
Los historiadores españoles están divididos con respecto al destino de las reservas de oro españolas. Unos opinan que Largo Caballero y Negrín se precipitaron. Otros dicen que Martin Eden, el jefe del Foreign Oficce no les dejó otra opción por que las dos naciones estaban dispuestas a frenar al ogro fascista en Europa. No quedaba, por tanto, nadie más a quien recurrir. En 1938, Moscú comunicó que aquel oro se había agotado y que ya no podrían pagar más armamento o el sueldo de asesores tácticos. Las especulaciones sobre si los soviéticos desviaron de su legítimo propósito parte de las 510 toneladas de oro o si realmente se agotá ese recurso son también motivo de especulación entre los historiadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario