Si las cosas no les hubieran ido tan mal a los nazis en 1943, es posible que hubieran logrado un terrible arsenal militar...
Hitler aprobó la fabricación de bombarderos transoceánicos como el Junker Ju 390 y el Messermitch Me 264 (Amerika Bomber), capaces de volar hasta los Estados Unidos, bombardear una ciudad de la Costa Este y regresar a Alemania. La industria alemana construyó varios prototipos, algunos de los cuales hicieron vuelos experimentales.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, el piloto alemán Peter Brik aseguró que se había trazado un plan para bombardear Nueva York con un Heinkel 177 Greif desde Alemania, una misión ideada por el propio Führer y que los historiadores consideraban hasta hace poco una fantasía. El cineasta argentino Laureano Clavero y el historiador español Pere Cardona han redactado un libro que recoge todos los recuerdos de Brik.
En realidad, los habitantes de Nueva York, Chicago y Boston siempre estuvieron a salvo porque la autonomía máximo de un bombardero alemán era de unos 6.500 kilómetros mientras que para bombardear estas ciudades haría falta una autonomía de vuelo de 12.000 kilómetros.
Es cierto que el Tercer Reich todavía era una potencia tecnológica a finales de 1944, pero Speer, el Ministro de Armamentos, no podía probar prototipos y empezar a construirlos en serie a tiempo de evitar la derrota. De todas maneras, los ingenieros alemanes sigieron probando prototipos futuristas, como el biplaza Raumgleiter, propulsado por un cohete.
Aquel planeador espacial de 28 etros de largo y 15 metros de envergadura, con una superficie alar de unos 45 metros cuadrados despegaba a gran velocidad para situarse a unos 120 kilómetrosde altitud. Después de un vuelo planeado, el biplaza rebotaria en las capas más espesas de la atmósfera y aparecería en la otra punta del Globo.
Cabe pensar que estas super armas se habrían vuelto una pavorosa realidad si Hitler hubiese derrotado a la Unión Soviética, ocupado el país más allá de los Urales y el Caúcaso, y dispuesto así de sus instalaciones fabriles y sus materias primas como el petroleo de Bakú. Desgraciadamente tras la derrota del Sexto Ejército en Stalingrado nada volvió a ser lo mismo.
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