Ese hilo que nace en los telares de Jotán puso en marcha a las caravanas de una de las rutas más largas y fecundas de la civilización: la Ruta de la Seda.
Esta historia comienza en China hacia el año 100 a de C. El emperador chino Wudi, de la Dinastía Han, somete mediante conquistas y alianzas extensos territorios de Asia Central. Empieza una época de paz y estabilidad que permite el intercambio de mercancías e ideas entre Oriente y Occidente.
Desde Chang´an, la capital china de entonces hasta los puertos mediterráneos de Alejandría y Antioquía mercaderes y comercientes de todas las étnias buscan fortuna y oportunidades. La Ruta de la Seda cruzaba la cordillera de Pamir y el Karakorum, además de atravesar Bactriana y Sogdiana, en el actual Afganistán. Todo ello arrostrando los peligros de la época como los asaltantes de caravanas y las tormentas de arena.
La seda y las especias viajaban hacia Occidente mientras el oro y la plata del Imperio Romano viajaban hacia el Este. Sin embargo, cuando el explorador y mercader veneciano Marco Polo recorrió la ruta con sus tios Niccolo y Maffeo hacie 1275 la seda ya no era la principal mercancia de esta ruta.
Hacie el siglo VII la Ruta había experimentado un fuerte declive a causa de la fragmentación del Imperio Romano y la aparición del Islam. Mahoma había sentenciado: "No os ataviéis con prendas de seda o brocado", aunque había eximido de esta prohibición a las mujeres. Los desobedientes estaban excluídos del Paraíso: "Solo se revisten de seda los que no tomarán parte de la vida futura".
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