domingo, 26 de abril de 2020

Dos mujeres tras la pista del cadáver de Hitler.

No. Os voy a decepcionar. Hitler nunca estuvo escondido en Argentina ni en Brasil. Se pegó un tipo en compañía de Eva Braun, sus asistentes lo cubrieron coon una alfombra, incineraron el cadáver y sepultaron los restos en el jardín de la Cancellería.

Sabemos todo esto gracias a una mujer, una intérprete asignada al Servicio de Contraespionaje. Yelena Rzhevskaya (1919-2017) se había formado como enfermera pero sus conocimientos de alemán forzaron su traslado a una unidad de Contraespionaje formada por un soldado, un oficial de Estado Mayor y ella.

Se les encargó la misión, tras la batalla de Berlín (1945) de encontrar el cadácer de Hitler, una baza que deseaba aprovechar políticamente Stalin en los incipientes juegos de la Guerra Fría. Exhumaron el cuerpo, incinerado el 28 de julio de 1945, mismo día del suicidio, el día 5 de mayo de 1945.

Yelena tradujo en las ruinas de la Cancillería los últimos cables del Tercer Reich y encontró parte de los diarios de Goebbles. Pese a que su superior opinaba que eran morralla contrarevolucionaria, Yelena Rezhkaya tradujo algunos textos porque sabían que tendrían valor histórico en el futuro.

Uno de los miembros del SMERSH le entregó el día de la victoria una caja de satén de segunda mano con el maxilar inferior de Hitler. "Respondes con tu cabeza de lo que le pase a esta caja", le advirtió.

La misión era encontrar al dentista del Führer. Yelena se pasó el último día de la guerra escanciando bebidas a las tropas y sujetando la caja, además de frenando los avances amorosos y flirteos de una tropas reprimidas sexualmente y medio borrachas. Nos estuvo cómoda. La fuente de este testimonio es el historiador Anthohy Beevor en su libro BERLÍN. LA CAÍDA.

El dentista de Hitler, Hugo Blanchske, había huído pero quedaba su asistente, Kathe Hausermann. Esta identificó la mandíbula y eso le costó caro a pesar de que había escondido a un judío en su casa. Fue enviada a hacer trabajos forzados bajo la acusación de "haber prolongado la guerra manteniendo sano al fascista que la provocó". Sería repatriada en 1955 en un intercambio de prisioneros.

Stalin guardó la mandíbula en una caja de puros como una baza para reavivar una hipotética guerra, con una falsa acusación contra las potencias capitalistas de proteger a Hitler, especialmente Gran Bretaña y Francia.

El general Zhukov. que estaba a cargo de la unidad de Contraespionaje de Rzhevskaya, nunca fue informado. Soldados y agentes del SMERSH le impidieron el paso cuando se interesó por el cocinado de libros de la Cancillería. Jamás supo, hasta su exoneración en 1965, que había aparecido el cadáver de Hitler.

Rzhevskaya se convertiría en una escritora de éxito en la URSS. Haussermann pasaría 10 años en un campo de trabajos forzados de la Unión Soviética. Zhukov mantendría un perfil bajo para evitar un destino semejante hasta que fue exonerado de sospecha de actividades contrarevolucionarias por el Politburó en 1965. Aún así se limitó a acudir a la cena de gala del 20º Aniversario de la Victoria, su última aparición en público, y a no llamar la atención. Todavía después su apartamento estaba lleno de micrófonos del periodo de la Guerra Fría.

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